Anteayer en un campo del Departamento de Soriano, una avioneta proveniente de Bolivia arrojó 443 kilos de cocaína.
Mientras la avioneta seguía su viaje, la droga fue velozmente recogida por la banda delictiva que la esperaba La subieron a una camioneta. Detectada por la policía, fue perseguida hasta que se logró detenerla en el Departamento de San José, en las inmediaciones del pueblo Juan Soler, kilómetro 39 de la ruta 11.
Cuatro personas fueron detenidas: dos, mayores de edad; y dos, menores de edad.
Ayer los dos menores fueron a la Justicia. Con sólo 16 años, serán recluidos en el INISA, condenados en un proceso abreviado por asociación para delinquir, tráfico interno de armas y asistencia al narcotráfico.
Los dos mayores de edad están detenidos, a disposición de la Fiscalía de Estupefacientes, a cargo de la fiscal Mónica Ferrero, previéndose que en las próximas horas se les iniciará el proceso indagatorio penal. Uno de ellos, de 52 años, aparece como el líder de la banda familiar dedicada al tráfico de droga, contando ya con “nueve antecedentes, dos de ellos por delitos vinculados por drogas”.
La dimensión del hecho es escalofriante: la cantidad de cocaína arrojada desde el cielo fue de casi media tonelada; la esperaba una banda familiar que incluía adolescentes; el valor de la repudiable mercadería en nuestro país se estima en 3 millones y medio de dólares, pero en el mercado de psico-tóxicos de Europa… se pagaría por ella hasta 15 millones de dólares.
Dolorosamente, este hecho, que –insistimos- es intrínsecamente estremecedor, nos llega como un episodio más de una ristra de delitos y crímenes que aparecen como parte de las costumbres de la época.
A pesar de que Uruguay ha mantenido una sólida reputación histórica por su estabilidad y seguridad ciudadana, la creciente presencia del crimen organizado en distintas áreas del territorio nacional nos plantea desafíos en términos de seguridad y de educación.
Para enfrentarlos, no basta castigar duro a los que se logra atrapar, ni basta tampoco con publicar encuestas sobre cómo perciben los interrogados la inseguridad o la ineducación. Mucho más que encuestas, hace falta recuperar y levantar las banderas morales, cultivando y engrandeciendo el espíritu público a partir de las mejores tradiciones nacionales.
No es cuestión de consolarnos repitiéndonos que la droga es problemática en todo el mundo. Es cuestión de erguirnos como conciencia de una nación inspirada en una fraternidad libre y sana, que no quiere transar con el delito ni convivir con las células malignas del crimen organizado.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.