Como ocurre todos los años, en este 2.024 la vuelta a clases impacta a la mayor parte de la población nacional, incluyendo niños, jóvenes, adultos padres, adultos tíos y adultos abuelos.
La rutina se cumplió: primero un gran impulso publicitario, que va desde uniformes y mochilas hasta créditos en dinero; enseguida, la protesta de uno o más gremios docentes, con el anuncio de paros de maestros o profesores; y entre medio, aparecen las cifras, que este año confirmaron que bajó el número de alumnos de Enseñanza Primaria porque en nuestro Uruguay bajó la natalidad.
Entre la propaganda del comercio y la proclamación de los conflictos, el escenario público se ha llenado de voces estentóreas que impiden a la ciudadanía unirse para celebrar la vuelta a clases como lo que realmente es.
La vuelta a clases es un regreso a la lucha por saber y prepararse; es el reencuentro con los afectos; es la siembra de nuevas esperanzas de superación.
La vuelta a clases es la resurrección del espíritu personal y ciudadano. En todos los niveles, esa es la esencia de la enseñanza. Y no tenemos derecho a perder de vista esa esencia.
El materialismo imperante hace que se mida la educación por encuestas, por meras estadísticas… y hasta se la reorganice pensando sólo en las perspectivas laborales que pueda abrir tal o cual orientación.
Pero en un país con alma liberal y bases humanistas greco-judeo-cristianas, la educación es mucho más que una funcionalidad para conseguir empleo.
La educación es la apertura de los corazones y los cerebros para la formación y la expansión de cada persona hasta el límite mayor de sus posibilidades. Ese es el ideal que debe iluminar el vaivén de la enseñanza.
El valor de ese ideal queda a la vista cuando pasamos revista al estado a que están reducidos los grandes bolsones de ineducados y mal educados que presenta el Uruguay en todos los niveles socio-económicos.
Por lo cual, el regreso a las aulas debe llenarse con los principios que impartieron los grandes educadores. Sin esos principios, no levantaremos vuelo y no seremos nunca lo que debemos ser.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.