Esta noche Montevideo va a vivir las Llamadas. Isla de Flores se desbordará de público. Los tambores retumbarán, a la vez, en las paredes del Barrio Sur y en el Cielo.

         Como todos sabemos –porque ya es costumbre- en el Uruguay empezamos el Carnaval hace tres semanas –concretamente, el 25 de enero- y vamos a terminarlo a principios de marzo.

         El Carnaval nuestro se independizó de las fechas que marca el calendario gregoriano que rige en Europa y América desde que hace más de cuatro siglos, en el año 1582- lo acuñó el Papa Gregorio Trece. Para ese calendario mundialmente vigente, el Carnaval abarca este fin de semana más el lunes 12 y el martes 13 de febrero.

         En cambio, para nosotros, tiene ya dos semanas y va a durar tres más. Por algo los especialistas dicen que el Carnaval del Uruguay es el más largo del mundo.

         Pero es de orden recordar que no es sólo el más largo. Además, fue y sigue siendo el más fecundo en la veta artística.

         Para apreciar el valor creativo del Carnaval, basta pensar que La Cumparsita nació para un carnaval: el del año 1917. Ese  himno mundial del tango lo escribió -estando enfermo- Gerardo Matos Rodríguez y se estrenó en la esquina de la Plaza Independencia, donde años después iba a construirse el Palacio Salvo.

         En al Carnaval montevideano de esos años se encontraban grandes figuras de la poesía y el cancionero popular, como Víctor Soliño, Ramón (“Loro”) Collazo y los hermanos Raúl y Roberto Fontaina, cuyos tangos tienen presencia emblemática en nuestra Radio Clarín.

         El Carnaval es murga, es libreto, es vestuario, es escenografía, es sainete, es burla, es distensión. Responde a impulsos connaturales a la condición humana.

         Y como tal hay que vivirlo, sin dejar que lo deforme ninguna militancia ideológica y sin convertirse sólo en una oportunidad de trabajo ni sólo en un negocio empresarial.

         El Carnaval es un movimiento del alma que nos hace ver hasta qué punto todo es fútil y pasajero y, al mismo tiempo, nos hace reír y pensar desde valores y sueños que nos hermanan con las generaciones que ya se fueron y con las nuevas generaciones que advienen.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.