Maduro se burló de su pueblo y del mundo
Como se sabe, en las cruciales elecciones del domingo pasado, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela dio como ganador a Maduro, adjudicándole el 51,2% de los votos, al tiempo que le atribuyó el 44,2% al candidato opositor Edmundo González.
Esos porcentajes los publicó el gobierno venezolano después de cinco horas de silencio absoluto. En ese largo lapso, los medios de difusión no dieron a conocer detalles del escrutinio, ni actas de cada circuito ni conteos parciales que permitieran a la ciudadanía venezolana –y al mundo- asistir a la progresión de las cifras y los porcentajes. Nada de eso: el ganador fue declarado sin el respaldo de un escrutinio hecho a la vista de todos.
Lo que debía ser una contienda cívica ordenada y honorable se transformó en la afrenta de que Nicolás Maduro se haya burlado de su pueblo -y de la atención pública mundial- atravesando los límites de la befa y el escarnio.
El resultado de los comicios no es, pues, la consagración democrática de un resultado y un Presidente –ya fuere Maduro o González- sino la instauración interna de un caos institucional y callejero –que ya se cobró dos muertos.
Ese caos es directamente motivado por la ocultación de las actas de respaldo y por el anuncio de que la oposición –liderada por María Corina Machado- anuncia que tiene en su poder copias que constituyen el 73 % de las actas labradas en las mesas de votación y afirma que esas actas prueban que el proclamado triunfo de Maduro es el fruto de un fraude colosal.
Semejantes procedimientos fueron antecedidos por el rechazo de múltiples veedores de primer nivel a los que se impidió pisar Caracas y ahora son seguidos por el retiro de los embajadores venezolanos en el Uruguay, Chile, Argentina, Perú, Costa Rica, Panamá y República Dominicana y por el reclamo de que, a su vez, se retiren los embajadores de esos países en Venezuela.
Dolorosamente, estamos ante un ejemplo extremo de populismo totalitario, cuya virulencia deberá ser respondida con el máximo rigor a través de todos los mecanismos que establece el Derecho Internacional Público.
En definitiva, están en juego los derechos humanos de los venezolanos de dentro y fuera del territorio bolivariano.
Y los derechos humanos constituyen una causa que el Uruguay no debe abandonar nunca, en ningún lugar de la Tierra. Y menos en una nación que tantas veces se hermanó con nosotros, abriendo refugio a los exiliados de la dictadura que nos amordazó entre 1973 y 1985.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.