La valentía de una taxista.

El sábado pasado, un automóvil atropelló y mató a un motociclista que correctamente había estacionado su moto sobre la acera en la zona de Tres Cruces.

Una señora taxista –de nombre Lorena Rocha- vio la escena, se indignó ante la irresponsabilidad del chofer, que huyó, y resolvió perseguirlo mientras avisaba por la radio del taxi para que actuara la policía.

Gracias a esa trabajadora del volante, el autor del homicidio pudo ser detenido y fue sometido a la Justicia. Resultó ser un joven de 25 años que conducía con 1,9 gramos de alcohol por litro de sangre y, además, se drogaba.

Las declaraciones de la señora Rocha imparten una lección

Cuando tomo Bulevar Artigas, por el espejo veo venir un auto a alta velocidad, y embiste a un muchacho que estaba en moto estacionado, buscando algo en la mochila”, relató.

Lo veo de costado al muchacho, volando y picando en el piso. Fue una escena espantosa. Cuando veo que el auto no para, lo empiezo a seguir. Le pido permiso al pasaje, le digo: ‘’Mirá, si no te molesta voy a seguirlo, porque no está parando y está incurriendo en omisión de asistencia’. Me dijo que sí y lo seguí.”

Preguntada por los motivos de su decisión, Lorena Rocha dijo que “actuó por lo que le dictó el corazón” y quedó con “la conciencia tranquila”. En palabras sencillas, la taxista impartió una lección que no debe pasar inadvertida, porque puso en valor los sentimientos naturales de amor al prójimo y solidaridad con las víctimas y puso en funcionamiento sentimientos normativos elementales según los cuales “el que las hace las paga”, el que las hace DEBE pagarlas…

Obedeciendo a “lo que le dictó el corazón”, esta taxista conjugó la conducta valiente de la mejor tradición nacional. Esa tradición de conciencia activa no es compatible con el resignarse,  mirar para otro lado y encerrarse en el egoísmo del  “no te metás”.

Felizmente, gestos de esta naturaleza se repiten en calles y caminos de la República, muchas veces sin  constituirse en noticia. Pero cuando saltan a la vista, como en este caso, los protagonistas saltan al cuadro de honor que no se cerrará nunca: el del uruguayo solidario, al que le hierve la sangre ante la injusticia y actúa desde una conciencia elevada a espíritu.

Y esa es la ruta de la mejor formación personal que podemos impartir a las generaciones que vendrán.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.