La libertad es el camino hacia la verdad.
En la madrugada de ayer jueves, la Cámara de Representantes aprobó la Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual -conocida como Ley de Medios. Y ayer mismo el Poder Ejecutivo la promulgó vetando el artículo 72, que fuera introducido en el Senado por Cabildo Abierto con la oposición pública del Partido Colorado.
Este veto no debe apreciarse como una jugada política. Debe valorarse como una decisión con raíz en el hábito nacional de libertad.
El artículo 72 vetado declara que “Los ciudadanos tienen el derecho a recibir una comunicación política de manera completa, imparcial, seria, rigurosa, plural y equilibrada.” Y establece que todos los servicios de difusión regulados por la ley “tienen el deber de brindar a los ciudadanos información, análisis, opiniones, comentarios y valoraciones de manera completa, imparcial, seria, rigurosa, plural y equilibrada entre los actores políticos y respecto a los mismos».
A primera lectura, suena simpático declarar el derecho de los ciudadanos a “recibir una información política “completa, imparcial, seria, rigurosa, plural y equilibrada” e imponerle a los medios la obligación de “brindar a los ciudadanos información, análisis, opiniones, comentarios y valoraciones de manera completa, imparcial, seria, rigurosa, plural y equilibrada”.
Pero basta detenerse a pensar, para advertir que si queremos llegar al equilibrio y la verdad, el camino no puede surgir de una ley que convierta al Estado en árbitro sobre qué es veraz, qué se requiere para ser imparcial y cómo se consigue el equilibrio.
Si el artículo 72 no hubiera sido vetado, de aquí en adelante los comunicadores deberíamos planificar los programas y sujetar las improvisaciones con miedo a la opinión de una autoridad pública que obedecería al gusto o el capricho de los inspectores o los gobernantes. Y eso sería un ataque frontal a la libertad de expresión.
En rigor, el equilibrio en la transmisión de hechos y opiniones está dado por la pluralidad de medios, por la pluralidad de enfoques y, en definitiva, por la libertad misma, que no es sólo el derecho humano a decir cada uno lo que le venga en gana, porque la libertad es, además, la herramienta de confrontación polémica con la que se hace resplandecer la verdad.
Por tanto, si lo que se busca es tener una ciudadanía que sepa más y sea más consciente, no hay que sujetar la información y las opiniones con ninguna ortopedia legislativa.
Hay que afianzar la libertad de todos, reclamando a los partícipes claridad y precisión, pero no introduciendo limitaciones como la que contenía el artículo 72 de la Ley de Medios, cuyo texto suena bien intencionado pero cuyos alcances tenían el tufillo rancio de los repudiables métodos de las dictaduras.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.