La segunda vuelta electoral atrae la atención pública porque cuando ningún candidato logra las mayorías especiales que prevé la Constitución, es en el balotaje que se define quién habrá de ser el próximo Presidente de la República

Siendo la Presidencia el cargo más visible y con más poder real y simbólico, no es extraño que las miradas y las encuestas se concentren en medir las probabilidades de los candidatos de los principales bloques. Sea por reflejo de la historia caudillista o sea por las nuevas técnicas internacionales para formar liderazgo, la realidad es que importaba mucho que cada partido determinase quién va a disputar la Presidencia.

Habiéndose cumplido esa etapa en el último domingo de junio, ahora, a 72 días de la primera vuelta a cumplir el domingo 27 de octubre, aparecen las combinaciones de sectores para presentar listas al Senado y a la Cámara de Representantes, y los noticieros reflejan una danza de nombres en reagrupamiento dinámico y hasta efervescente.

Esos nombres también importan, y mucho, porque el Parlamento es, por definición, el lugar en que se legisla y se habla –“se parla”. Y para el orden y el desarrollo de un país, es trascendental lo que se dice, se piensa y se siente en el principal órgano de resonancia del sistema republicano, que es, precisamente el Parlamento.

Por tanto, cuanto más preparados estén los candidatos que elijamos, mejor ha de ser el trabajo de la democracia abierta y pensante que la Constitución nos manda forjar. Y por eso mismo, los nombres que disputen las bancas nunca podrán sernos indiferentes, ya que el destino nacional depende de que elijamos a los mejores.

Para elegir los mejores,  no basta fijarse en los nombres ni en la biografía de cada candidato. Además, hace falta tener en cuenta los propósitos, las ideas, las orientaciones básicas de los postulantes y los partidos. Sobre todo, hace falta apreciar los rumbos que cada uno propone y la clase de modelos internacionales que cada partido acompaña o admira.

El Uruguay necesita elecciones definidas por ideales, forjados con sentimientos fuertes e ideas claras. A falta de grandes debates doctrinarios, apreciemos los estilos, las simpatías y las compañías de cada candidato. De modo que el voto se resuelva por las orientaciones que queremos y no sólo por las caras, los nombres o los trucos del marketing electoral.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.