Las noticias policiales dominan cada vez más los noticieros de radio y televisión. No sólo son muchas. Además, son cada vez más trágicas.
La muerte post-parto de una adolescente de Rivera que, con 16 años de edad, estaba bajo la protección del INAU pero era víctima de explotación sexual remueve el alma de cualquiera, por insensible que sea.
No menos atroz es la seguidilla de asesinatos a mansalva, cuyas víctimas son apenas adolescentes o niños. Se sabe que en general son consecuencia de enfrentamientos o venganzas entre rivales del narcotráfico y con esa explicación se da por terminado cada episodio, hasta que a los pocos días surge el siguiente.
A medida que los casos se repiten, se decanta la idea de que el asesinato es “el modo normal” de ajustar cuentas en el submundo de la venta de drogas. Y poco a poco, se extiende un clima de aceptación y resignación que empuja a entregar los valores morales y a rendirse frente al delito.
Ante esta verdadera pandemia criminal, como personas y como ciudadanos no podemos quedar cruzados de brazos, mirando para otro lado –como si nada sucediera.
Frente a la expansión delictiva, tenemos el deber de afirmar los valores del humanismo y la legalidad republicana, sin encerrarnos en polémicas partidarias por un tema que no debe ser capitalizado por un sector político, porque pertenece a la ciudadanía y está en la base de la sensibilidad humana que le dio forma a nuestra República.
Es hora de recordar que la ley y el delito se contraponen, que el Derecho Penal no debe transarse sino aplicarse entero y que todo crimen debe conmovernos.
En definitiva, es hora de construir una filosofía común de la convivencia, que arrincone a los malandras y que fortalezca a esa inmensa mayoría que se levanta todos los días a ganarse el pan honradamente.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.