En los últimos días, predominan las noticias sobre las listas que cada partido presentará en la contienda electoral a cumplirse dentro de seis semanas.

La economista Laura Raffo quedó fuera de la lista del herrerismo al Senad, mientras el señor Juan Sartori consiguió un lugar. Gabriel Gurméndez acordó ir en la lista de Pedro Bordaberry, Iliana Da Silva pasó de periodista a militante…

Y así sucesivamente, los nombres desfilan por la marquesina del escenario electoral.

Está bien que así sea: al fin de cuentas la democracia funciona con la alternancia de personalidades que emergen a la vida pública desde los lugares más diversos. Repetimos: está bien.

Lo que, en cambio, no está bien es que se agitan y se publicitan mucho más los nombres que las ideas, en circunstancias que lo que precisamente necesita el Uruguay es una ciudadanía pensante, participante y comprometida con el bien público.

Sí: necesitamos dejar atrás el gris apático de muchos y la militancia ciega de los alineados en los extremos, porque somos pocos y tenemos mucho que hacer por nosotros mismos y por nuestro Uruguay.

Necesitamos renacer como conciencias activas, capaces de entendernos por encima de las discrepancias, limando las exageraciones y realizando la conciliación natural de justicia con libertad para cerar un país productivo y próspero para todos.

En definitiva, en el Uruguay somos menos de tres millones y medio de habitantes, mientras el mundo ya contabiliza 8.219 millones de pobladores. Ante el total actual de la humanidad, nuestros 3:423.000 habitantes son menos del medio por mil. Sí: hay apenas cuatro uruguayos y fracción por cada mil habitantes.

En estas condiciones, para defender nuestros valores y nuestra cultura, es imperioso cultivarnos, buscar horizontes y construir un modo de vida que nos sostenga desde un espíritu sano, alegre y con tanta libertad como participación.

Eso no se consigue subiendo y bajando nombres de la cartelería electoral. Eso requiere debates públicos con tanta profundidad como elevación. Eso requiere levantar nuestra alma por encima de grietas y tabiques importados.

Y requiere campañas electorales donde la siembra de ideas vaya mucho más lejos que los nombres, siempre transitorios.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.