Hoy, 14 de febrero, es el Día de San Valentín, instituido por la religión católica en evocación del santo que unía parejas en matrimonio, enfrentando los peligros de la persecución romana contra los primeros cristianos.
Las celebraciones fueron variando con los siglos.
Hace 800 años, en la Edad Media, la fecha de San Valentín quedó impregnada con el amor cortés, que expresaba el afecto de una forma sincera y noble, con declaraciones poéticas propias de la tradición de los trovadores, que precedieron por siglos al romanticismo del siglo XIX.
Como bien sabemos, en nuestro Uruguay laico el Día de San Valentín ya no es evocado como una jornada religiosa. En nuestro calendario popular, la fecha se ha constituido en jornada para celebrar el amor, para expresar cariño y para reafirmar sentimientos nobles -de pareja- que merecen realzarse, porque la unión de los humanos en amor es un mandamiento y un ideal por encima de las clasificaciones religiosas o las visiones científicas.
Ahora bien. A la vista del estado actual de las relaciones humanas –en nuestro país y en el mundo entero- la fecha debería dedicarse no sólo a valorizar el amor sino también a cerrar filas contra los modos violentos y delictivos con que terminan cada vez más parejas.
Basta pensar que ya tenemos en Montevideo DOCE Juzgados Letrados Especializados en Violencia Doméstica, para sentir que la contracara de este Día de San Valentín es la incomprensión, el distanciamiento y la agresividad que, en pleno siglo XXI, muestran un deplorable grado de incivilidad.
Si a ello agregamos que en 2023 hubo, en promedio, más de un feminicidio por mes, debemos concluir que el Día de San Valentín debe inspirarnos no sólo para amar y respetar a el o la compañera de vida, sino también para hacer una cruzada popular por la convivencia en paz.
Los hechos nos muestran que, a partir de malos ejemplos importados y de errores conceptuales mezclados con drogadicción, se han formado bolsones que han caído muy bajo en materia de amor al prójimo y de amor de pareja.
Por lo cual, este Día de San Valentín debemos consagrarlo no sólo a la atención personal a la pareja que tengamos o que idealicemos a distancia.
Además, debemos consagrarlo a una actitud militante por el amor, antes y más allá del erotismo y el compañerismo. De lo contrario, la violencia doméstica seguirá emponzoñando la vida colectiva y no habrá ley ni Juzgado que frene la cadena de desgracias afectivas entre las cuales nos movemos hoy.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.-