Hace 60 años, existió en la órbita del Ministerio de Economía y Finanzas, la Comisión de Inversiones y Desarrollo que puso en vigencia la sigla CIDE, con la cual se conoció dentro y fuera de fronteras.

Fue creada por decreto del Consejo Nacional de Gobierno del 27 de enero de 1960: sus principales impulsores fueron Wilson Ferreira Aldunate y el contador Raúl Ybarra San Martín.

La misión que se le encomendó a la CIDE fue “formular planes orgánicos de desarrollo económico, proyectar y buscar su financiación interna y externa, coordinar toda la labor tendiente a aumentar la productividad nacional y vigilar la puesta en práctica de los planes que se aprueben”.

Aquella Comisión tuvo como principal protagonista al Cr. Enrique Iglesias y produjo el primer diagnóstico sobre la economía nacional que se sistematizó a partir de las ideas que Raúl Prébisch sembraba desde la CEPAL, Comisión Económica para la América Latina con sede en Santiago de Chile.

Sesenta años después, han perdido vigencia los cuadros numéricos, el contexto y el ideario manejado en el Informe en cuatro tomos que produjo la CIDE. Pero hay una observación que sigue siendo válida y es actualísima: la CIDE señaló que el Uruguay carecía de una mística común, entendiendo por mística el sentimiento que nos hermana para servir, codo a codo, finalidades y metas superiores, inspiradas por una idealidad firme.

Efectivamente: en los años 60 del siglo pasado, el Uruguay no tenía una mística. Y en el primer cuarto de este siglo XXI, sigue siendo una nación sin mística.

Tenemos en común muchos valores, entre los que predomina el respeto por la libertad y la tendencia a la solidaridad, pero nos falta profundizar en una filosofía de vida que nos enriquezca cada minuto con la conciencia de metas comunes, de siembra al futuro y de elevación hacia cumbres no exploradas todavía.

Un positivismo de corto alcance, pragmático e inmediatista, nos acorta las alas de la imaginación y nos achata las energías para el esfuerzo.

En un mundo amenazado y amenazante, debemos reencontrarnos en propósitos que nos iluminen con la mística cuya ausencia nos mantiene a medio camino, pues sin una idealidad alta y común, no sobreviviremos.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.