En los últimos días han arreciado las polémicas políticas con zancadillas personales. Se ha cuestionado al Presidente de la República por actos totalmente ajenos a la función que desempeña, tales como pilotear una moto de alta cilindrada, violando los límites reglamentarios. Se ha cuestionado a los candidatos de la oposición por las actitudes que han adoptado frente a Venezuela o por los festivales de música pagados con dineros públicos.
Se han cuestionado las posturas, los silencios y hasta las intenciones. La sensibilidad política ha estado a flor de piel, como siempre lo estuvo en tiempos preelectorales de nuestro Uruguay.
A veces se dicen cosas altisonantes que rechinan. A veces se manejan datos exagerados o falsos…. Pero a pesar de todo eso, hay mínimos de respeto y de altura de miras que le dan a nuestra República una solidez que la torna diferente dentro del contexto hispano-luso-americano.
En Brasil, el ex Presidente Bolsonaro fue condenado por la Justicia a la inhabilitación como candidato hasta el año 2030, por haber cometido abuso de poder y haber diseminado en ámbitos oficiales, sospechas y mentiras sobre el sistema electoral.
En la Argentina, el Presidente Javier Milei insulta a los parlamentarios opositores, tratándolos de coimeros y delincuentes, con lo cual se encamina a gobernar por fuera del Parlamento, manejando consignas mientras se empeña en realizar sin frenos el programa económico que comprometió en la campaña electoral.
La comparación nos muestra a los uruguayos como una nación con menos puntas extremistas, menos exageraciones y menos agravios que nuestros vecinos inmediatos y menos rupturas internas que naciones como Bolivia, Colombia y Venezuela.
Dicho de otro modo: si nos comparamos, podemos apreciar el valor de lo que tenemos y eso es bueno para sentir orgullo por nuestra acumulación histórica, pero nada nos autoriza a dormirnos sobre los laureles que resultan de medirnos con naciones que tienen su vida política en crisis casi permanente.
La realidad es que nuestra democracia es sólida pero con mucho menos participación ciudadana y mucho menos lucha de ideas que la que necesita el país para realizar el ideal republicano inscripto en la historia y en la Constitución.
Tenemos una masa ineducada que necesita formación cívica. Y tenemos también muchos que le vuelven la espalda a la política, ignorando que una democracia auténtica y una República fuerte requieren ciudadanos que sientan como propia las cosas de la vida pública.
Y en eso tenemos un déficit que no se refleja en el PBI sino en la pobreza de muchos planteamientos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.