Entre los títulos de las noticias de estas horas, ya empezó a perder presencia y vigencia el horrible asesinato de seis reclusos del Comcar, que anteayer fueron encerrados en una celda que rociaron con nafta para prenderle fuego.

Pero un hecho de esta magnitud no debe borrarse de la conciencia personal ni del alma ciudadana, porque en esa cárcel -regida por la ley y custodiada por el Estado- murieron seis reclusos en una conjura canallesca.

Y la tragedia de esos presos muertos no se mitiga llamándolos “personas privadas de libertad” ni repitiendo que por algo estarían en la cárcel.

El Uruguay se edificó como nación con identidad propia, abrazando altos sentimientos humanistas que primero le inspiraron los padres de la Patria y luego le desarrollaron los aportes filosóficos y jurídicos del constitucionalismo nacional.

Precisamente, el art. 26 de la Constitución de la República dispone:

”A nadie se le aplicará la pena de muerte. En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar, y sí sólo para asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito.”

Pues bien.

Si la Constitución dispone que “A nadie se le aplicará la pena de muerte” , resulta intolerable -hasta el límite mayor de la repugnancia- que la reclusión en la cárcel se convierta en riesgo de muerte y hasta en causa concreta de muerte, porque los presos se maten entre ellos, sin que la autoridad carcelaria pueda impedirlo.

Para explicar que se haya repetido los incendios intencionales como arma criminal de unos reclusos contra otros, no basta argumentar que hay hacinamiento ni que faltan más plazas carcelarias.

Porque lo que falta es ponerle voluntad a los sentimientos más elementales que, como personas, nos debemos todos a todos, incluso por encima de la diferencia entre la ley y el delito y por encima de la diferencia entre la buena conducta y la vida de los malandrines.

Porque los derechos de la persona, los derechos individuales, los derechos humanos… son todos y cada uno de nosotros, cualquiera sea nuestra condición y cualquiera sea nuestro error o nuestra culpa.

Por eso, no debe perder vigencia el recuerdo de la infamia ocurrida anteayer en el Comcar y debe redoblarse el esfuerzo doctrinario y práctico para combatir la delincuencia y reconstruir vidas en el sistema penitenciario, como muy bien manda la Constitución.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.