El sábado y el domingo venideros se cumplirá la trigésima edición de “el Día del Patrimonio”, que en esta oportunidad se dedica al tema «El Vino como Tradición: Inmigración, Trabajo e Innovación».
El rótulo se justifica, ya que la vitivinicultura en el Uruguay nació, creció y adquirió volumen exportador a partir de los actos fundacionales de la inmigración, con participación de españoles, italianos y franceses que en su momento se integraron a la vida nacional imprimiéndole el apellido familiar a sus bodegas.
El jugo de la uva con su azúcar natural fermentado en vino es motivo de culto bíblico, de inspiración poética y de canto popular. Integra la vida común desde los tiempos iniciales de la agricultura y hasta ahora surgen estudios científicos que siguen descubriéndole beneficios para la salud, siempre condicionados a que se lo beba con la debida moderación.
En el Uruguay, el vino pasó de la elaboración de entrecasa para consumo zonal a la bodega con proyección internacional que recibe honores en torneos de América y Europa. En color, textura, sabor y reflejos, hoy nuestro país se enorgullece de producir vinos que compiten con ventaja frente a marcas consagradas en otras naciones.
Por eso, se justifica plenamente que el próximo Día del Patrimonio se consagre al vino.
Y más aun se justifica que, al ensalzar el vino, se lo valorice como símbolo de la tradición industrial que supimos tener en alto gracias al trabajo y la innovación pero que sufrió retrocesos y caídas que a todos nos dolieron.
Celebremos, pues, este Día del Patrimonio con conciencia del valor del vino como parte de la identidad nacional. Y también con conciencia del valor del sentimiento de identidad nacional, que tiene sus raíces en la esencia de un orgullo que debemos cultivar desde la conciencia, buscando erigirnos en el mejor modelo posible dentro de un mundo que tiene grandes logros pero se ensucia y se ensangrienta con grandes brutalidades.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.