Cuando faltan 11 días para las elecciones nacionales, los profesores de Enseñanza Secundaria agremiados en Fenapes realizan hoy y mañana un paro que ha sido duramente calificado por las autoridades de la educación.
La medida implica que los docentes agremiados no trabajarán estos dos días en los liceos públicos de todo el país. La plataforma del paro se estructura en dos ejes principales: el rechazo a los recortes presupuestales y la oposición a la transformación educativa promovida por el actual Codicén.
Tanto la fecha como los motivos y la oportunidad del paro –a menos de dos semanas de los comicios- han provocado críticas fuertes.
El Ministro de Educación y Cultura, Dr. Pablo Da Silveira, ha señalado que los perjudicados con la falta de clases -sobre el fin del año lectivo – han de ser los hijos de familias con menos recursos.
Las autoridades del Codicén le endilgan al paro tener motivación política. A su vez, los dirigentes gremiales responden que “todos los paros tienen una dimensión política, dado que buscan influir en decisiones que afectan a la sociedad”.
La realidad es que hacen falta reflexiones y decisiones que se sitúen por encima de los varios niveles en que se puede interpretar la palabra política para calificar una decisión gremial. Hacen falta reflexiones y decisiones que miren mucho más allá de estos dos días de paro de los docentes agremiados: hace falta restituirle a la enseñanza la elevada función que le imprimieron los grandes educacionistas que supo tener el Uruguay: José Pedro Varela, Carlos Vaz Ferreira, Reina Reyes, Alicia Goyena, Antonio Grompone y muchos más.
La educación es el principal vehículo de la concepción humanista sobre la persona humana. Más aun: la educación es, junto a la familia, el principal vehículo para la formación de la personalidad. Tanto, que los buenos educadores de todas las época enseñan no sólo una materia determinada, como matemáticas o literatura: enseñan actitudes, estilos, refranes y hasta modelos de vida, ayudando al adolescente a hacerse adulto.
Lamentablemente, ese valor profundo de la educación se pierde de vista y hasta se olvida a medida que se enfrentan bandos que debaten sobre presupuesto y metas políticas, mientras se abandona y se silencia la alta idealidad que debe inspirar la educación, si queremos formar personalidades sólidas y no sólo instrumentos del mercado de trabajo.
Tenemos una juventud asediada por toda clase de descreimientos y tentaciones.
La respuesta no puede ser silenciar las aulas sino afirmar la resonancia de las voces de los grandes Maestros que supo tener el Uruguay.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.