El triunfo 2 a 0 de Uruguay ante la-Argentina-campeona-del mundo nos dio una noche de insomnio alegre, que hoy es seguida por toda clase de análisis y comentarios futboleros.
Los goles de Ronald Araújo a los 41 minutos del primer tiempo y de Darwin Núñez a los 42 minutos del segundo tiempo reflejaron la realidad de un partido en que la selección celeste fue netamente superior a la adversaria.
Las crónicas subrayan que con la dirección de Bielsa, Uruguay recuperó la identidad de su juego. Eso es cierto, pero lo recuperado no es sólo el poder de juego y la capacidad de triunfo en las canchas mayores. Lo recuperado es también el poder simbólico del fútbol, la identidad futbolística incorporada a la identidad oriental.
Desde hace un siglo, el fútbol se erigió en uno de los factores más importantes de la consolidación nacional. Cuando en las Olimpíadas de 1924, el Uruguay se consagró por primera vez Campeón Mundial -en el estadio de Colombes, cerca de París-, el nombre de nuestra República adquirió estatura no sólo en fútbol sino en todo el contexto internacional.
Esa victoria, seguida del Campeonato Mundial conseguido en las Olimpíadas de Ámsterdam y del Campeonato Mundial profesional ganado en 1930 en el Estadio Centenario, le dieron a nuestro Uruguay el sentimiento de Gran País, que iba a reafirmarse 20 años después en la epopeya de Maracaná de 1950.
La victoria de anoche en La Bombonera de Buenos Aires -tan luego ante la selección campeona mundial y con Messi en la cancha- merece proyectarse como una parábola repleta de sabiduría, que nos enseña que debemos pensar al Uruguay como un proyecto de vida grande, pujante, capaz de disputar éxitos y lograrlos.
No se trata de caer en triunfalismo por ganar UN partido viniendo de derrotas múltiples.
Se trata de saber que podemos, que tenemos jóvenes capaces de emular glorias pasadas.
Se trata de enterarnos definitivamente que NO somos un “paisito”, sino un gran país siempre posible.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.
Audio emtido por la 580 AM: