Hoy, 24 de octubre, es el Día de las Naciones Unidas, porque hace 79 años, el 24 de octubre de 1945, entró en vigencia la carta fundacional de la ONU, que las grandes potencias y un puñado de países habían firmado en junio, apenas un mes y medio después que en mayo de 1945 había terminado la horrible matanza de la Segunda Guerra Mundial.
En sus ocho décadas, la Organización de las Naciones Unidas ha fijado criterios mundiales sobre los derechos de la persona humana, ha impulsado instituciones de Justicia y vigilancia internacional y ha cumplido una proficua labor en el desarrollo de la educación, la economía y la institucionalización de los países menos desarrollados.
Todo eso es real, sirve a muchos y vale para la humanidad entera, pero no ha sido acompañado por la realización efectiva de los ideales de paz para servir los cuales se creó la ONU, según estableció el preámbulo de su Carta Fundacional:
“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos
a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles,
a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas,
a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional,
a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,
y con tales finalidades
a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos,
a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales,
hemos decidido unir nuestros esfuerzos para realizar estos designios.”
Eso declararon en 1945 los fundadores de la ONU.
Hoy estos ideales suenan a palabras huecas, porque sufrimos diariamente el martirio noticioso de las guerras localizadas, la criminalidad esparcida y la deshumanización de casi todo.
Sin embargo, hay pueblos que logran erguir Constituciones que les permiten gobernarse y vivir en paz y resolver sus divergencias.
Entre esos pueblos, hemos estado y deberemos seguir estando los uruguayos. Nunca hemos vivido sin desgracias, pero siempre les hemos respondido abrazando el superior valor de defender unidos… nuestro derecho a discrepar -en las urnas el domingo. Y en la vida, siempre.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.