Desde la pasada medianoche nuestro país vive la pausa de silencio y reflexión que precede a todo domingo de elecciones, desde que en abril de 1989, el Parlamento votó la ley 16.019, la cual dispuso que “en los actos de elección, plebiscito y Referéndum”, los “actos de propaganda proselitista en la vía pública… o que se efectuén en locales públicos o abiertos al público y en los medios de difusión escrita, radial o televisiva, deberán cesar necesariamente cuarenta y ocho horas antes del día en que se celebren los actos comiciales.”

La misma ley prohibió realizar y difundir “encuestas o consultas, así como de cualquier tipo de manifestaciones o exhortaciones dirigidas a influir en la decisión del Cuerpo Electoral.”

El silencio en los dos días previos al acto electoral integra el bloque de garantías destinadas a que la voluntad de los ciudadanos no sea distorsionada introduciendo infundios de último momento, lanzados cuando ya no hay tiempo para contrastarlos.

En el primer gobierno democrático, a la salida de la dictadura, el Presidente Julio María Sanguinetti y la Ministra de Educación y Cultura Adela Reta, promulgaron la ley de veda preelectoral. Esa norma se sumó como una más de las garantías electorales con que contamos los uruguayos. Una vez más, por la vía de la ley, el Uruguay confirmó su voluntad de ser un país serio y democrático: más serio y democrático que lo que pensamos cuando nos quejamos –a veces con razón… y a veces exagerando.

Para los activistas y militantes, estas 48 horas han de ser de trabajo y tensión. Para los convencidos y para los que aun dudan, deben ser dos días de reflexión, en los cuales cada uno de nosotros ponga en valor el sufragio.

El voto es expresión de sentimientos y de pensamientos libres y personales, materializado en un acto secreto que se recoge en una urna custodiada por la ley en un sistema de garantías que en nuestro país es inexpugnable.

Al mismo tiempo, el voto es herramienta de construcción del Uruguay que amamos.

Por eso, estas dos jornadas nos convocan a elevar nuestro espíritu a las cumbres de las mejores ideas y los más altos sueños, sin los cuales todos los poderes humanos pierden la grandeza que les infunde la esperanza.

En definitiva, votar es, y debe ser, un acto superior del espíritu.

Y para eso nos prepara el silencio de las vísperas electorales que muy bien dispone la ley.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.