La votación del domingo le dio al Frente Amplio mayoría absoluta en el Senado, pero no en la Cámara de Representantes.
A su vez, la Coalición Republicana sumó un total de votos superior al que consiguió la coalición de izquierda.
A partir de los resultados del escrutinio, los números se pueden barajar políticamente para todos los gustos. Y sobre todo, se especula sobre cuál de los dos candidatos –Delgado u Orsi, Orsi o Delgado- pueda tener mejor aptitud para conseguir apoyo con un Parlamento en el cual una Cámara va a tener una composición y la otra Cámara va a tener otra composición diferente.
Esas especulaciones son legítimas y lógicas en un régimen de libertad política como el que felizmente vivimos, pero no bastan para construir nuestro futuro, ya que los resultados de las urnas nos interpelan en planos mucho más altos que los de la aritmética gubernativa y el álgebra electoral.
Nuestro país vive desde hace años insertado en una falla de base en su modo de discurrir. A pesar de las enseñanzas de grandes Maestros del pensamiento –como lo fueron Carlos Vaz Ferreira, José Enrique Rodó, Antonio Grompone, Justino Jiménez de Aréchaga, Arturo Ardao y tantos más-, nos hemos habituado a abordar los problemas y clasificar las ideas en términos de contraposición política.
Es así como el escenario público lo ocupa mucho más el forcejeo de los bandos pero no tenemos propiamente una lucha de ideas.
El resultado es una explotación pobre, incompleta, de las posibilidades que nos abre la democracia institucional que disfrutamos.
Para dar el paso adelante que nos hace falta, debemos comprender que –todas las cuentas sacadas- más que las candidaturas y los partidos es imperativo que los orientales aprendamos a vivir en el mundo de los valores, donde podamos reencontrarnos con el adversario.
Nuestro deber es buscar ese reencuentro, no tanto en el juicio histórico sobre las tragedias vividas en el pasado como en los sueños, los ideales y los propósitos con que hemos de edificar los tiempos que vendrán.
El mensaje de las urnas nos dice claramente que ningún sector y ninguna mayoría se quedó con el destino del Uruguay.
Por tanto, debemos construir un modo de convivir donde el pensamiento sea semilla y fecundidad, devolviéndole al ciudadano el protagonismo que hoy no tiene.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.