En estas horas, el pueblo de Estados Unidos vive su jornada electoral, sin que pueda pronosticarse quién ha de llegar a la Casa Blanca en enero próximo..

Las encuestas del voto popular marcan un empate técnico, con una diferencia de sólo un punto entre el 47 por ciento que marca el candidato -y ex presidente- Donald Trump y el 48 por ciento que tiene Kamala Harris. Esa diferencia, de 1 %, está dentro del margen de error que reconocen las encuestas, por lo cual no puede predecirse quién tendrá más votos para Presidente de los Estados Unidos.

Pero hay otro factor de imprevisibilidad. Como se sabe, en Estados Unidos el presidente no se elige por votación directa, por lo cual los pronósticos sobre el voto popular no bastan para pronosticar quién será el ganador.

En realidad, el triunfador ha de surgir del colegio electoral, que NO se forma por representación proporcional de votantes sino adjudicándole todos los electores de cada estado al candidato que ganó en ese Estado. Es así en la abrumadora mayoría de los estados, ya que las únicas excepciones son Maine y Nebraska, donde los votos se distribuyen de forma proporcional.

Este sistema –para nosotros intrincado y difícil de justificar- puede dar como resultado la paradoja de que –tan luego en el país que en 1776 creó la democracia moderna- pueda perder la elección el postulante que tuvo más votos y pueda ganar el gobierno que salió segundo en las urnas. De hecho, esto ocurrió en 2016, cuando la candidata demócrata Hillary Clinton obtuvo casi tres millones de votos más que Donald Trump, pero perdió el gobierno.

Entre el republicano Trump y la demócrata Kamala Harris, las diferencias son notorias. El señor Trump es un hombre de negocios sin frenos en la lengua ni en la acción, con variados paseos por las veredas de la justicia penal. En cambio, la señora Harris era una jurista que sirvió al Derecho y persiguió el delito como Fiscal de carrera, antes de constituirse en la Vicepresidenta del gobierno de Biden.

La prensa internacional se empeña en señalar que según gane Harris o gane Trump, viviremos en un mundo muy diferente.

Seguramente esa diferencia entre uno y otro candidato ha de notarse en las regiones que están en guerra, pues Trump ha prometido terminar con las guerras que hoy ensombrecen a la civilización.

Felizmente, aquí, en el Uruguay, no dependemos de que gane uno u otro, porque vivimos la bendición de no tener guerras y, a pesar de todo, hemos construido un modo propio de vivir nuestra democracia republicana.

Aompañamos fervientemente a todos los pacifistas de la Tierra. Celebramos que la democracia siga vigente, a pesar de la desorientación populista que cunde en muchas naciones. Y confirmamos que, como enseñó Artigas, el ser propio de la Banda Oriental no debe depender más que de nosotros mismos.