El resultado más notorio de las elecciones del pasado 27 de octubre es que ningún partido y ningún líder se llevó el país para la casa.
El balotaje a definir el 24 de noviembre entre los más votados -Álvaro Delgado y Valeria Ripoll- y los menos votados -Yamandú Orsi y Carolina Cosse- está enmarcado no sólo por la rivalidad entre las dos coaliciones sino por la existencia de múltiples legisladores que no fueron reelectos y más de media docena de grupos que no alcanzaron expresión parlamentaria, pero tienen perfil propio.
El domingo antepasado nadie arrolló.
Si leemos bien los resultados, todos quedamos convocados a escucharnos recíprocamente y a construir juntos. Sin despreciar a nadie por sus yerros pasados. Sin prescindir de los que, aun estando fuera del Parlamento, deben integrar el diálogo nacional.
Ese diálogo deberá sacarnos del esquema “derecha-izquierda” que importamos a contramano de la gran obra social que supieron realizar los partidos tradicionales.
El destino nacional no debe depender tanto de la aureola de quién sea el triunfador dentro de tres domingos, como de la luz y el vigor de los sentimientos, el pensamiento y la voluntad de la nación, encarnada en ciudadanía por la Constitución. En la democracia, más que el Presidente tiene que regir la opinión pública, aireada y ventilada por la libertad de expresión del pensamiento.
Más que un pluralismo de fuerzas sociales que defiendan sus intereses sectoriales, necesitamos un pluralismo de sentimientos nobles e ideas-fuerza con los cuales abrirnos a lo universal humano y rescatar los sectores que hoy están en la ignorancia y el delito.
Eso requiere reconocer en cada persona el valor sagrado de lo que es… y no de lo que tenga en dinero o en votos.
Porque lo republicano es que gobierne la mayoría pero que no se estreche la base popular, de modo que en la plaza pública –en el ágora- participemos todos, haciendo valer cada uno sus razones
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.