En toda campaña electoral de la República Oriental del Uruguay, es natural que aparezcan en primerísimo plano las expectativas que los diversos sectores de la ciudadanía depositan en el Estado con respecto a preocupaciones básicas, como son la seguridad, la salud, la educación y el trabajo.
En todos esos temas, el Estado uruguayo ha sido un actor principal con todos los gobiernos que se han sucedido desde fines del siglo XIX hasta ahora. Para confirmarlo, basta saber que el Banco de la República se fundó el 24 de agosto de 1896 –hace ya 128 años- y basta recordar que la legislación social se inició en nuestro Uruguay a principios del siglo XX, mucho antes que en el resto de América.
Si tenemos presente que hasta los gobiernos calificados como derechistas en el Uruguay mantuvieron la acción económica y social del Estado –por ejemplo, construyendo viviendas populares-, podemos explicarnos muy bien que en la Banda Oriental todos esperemos mucho de la acción del Estado y de los gobernantes. Eso ha sido así en todas las épocas… y especialmente en todas las crisis.
Sin embargo, los problemas que tenemos hoy en el Uruguay no se originan en el Estado ni pueden resolverse sólo por leyes y decretos del Estado.
Tenemos hoy en el Uruguay muchos problemas de convivencia que son muy profundos y que debemos resolver por decisión personal y por esfuerzo colectivo. Esos problemas afectan directamente a la armonía familiar y a las relaciones humanas. Tienen que ver con la cultura, con el trato y con las costumbres; y más que decretos del Estado, requieren que construyamos una filosofía personal y colectiva que nos haga vivir desde el ideal de armonía y fraternidad.
Construir esa filosofía del interés general y del bien común no es una tarea que haya que encargarle a la burocracia del Estado. Es trabajo –arduo pero imprescindible- que debemos asumir por cuenta propia. Es misión a emprender como personas, como ciudadanos, como familia y como fraternidad humana.
A esa misión nos convoca la tradición nacional, expresada a veces en libros de sociología compleja y otras veces en la sencillez convocante de la poesía y la música.
Esas herramientas de lucha no son del Estado, sino de cada uno de nosotros.
Y somos nosotros quienes deberemos empuñarlas, sea quien sea el Presidente que hayamos de elegir el domingo.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.