La primera vuelta electoral, cumplida el 27 de octubre, se cerró con 90.000 votos más para la coalición gobernante que para la oposición frenteamplista, pero confirmó que el electorado nacional se divide prácticamente por mitades, entre lo que ha dado en llamarse “la izquierda” y lo que se califica como “la derecha”.
Cuatro semanas después -y ya viviendo las últimas horas de la campaña por el balotaje que finaliza en esta medianoche-, las encuestas anuncian paridad y hablan de “empate técnico” porque las diferencias que se detectan serían mínimas y estarían sometidas al margen de error, que en todas las mediciones demoscópicas es inevitable.
Todo indica que el escrutinio del domingo va a volver a confirmar el Uruguay de dos mitades que viene acusándose desde hace por lo menos dos décadas.
Ese Uruguay de dos mitades ha tenido el inmenso mérito de habilitar que muchos que fueron guerrilleros y terroristas alcanzaran cargos de gobierno y los ejercieran con su estilo pero respetando las reglas del Estado de Derecho. Ese logro integra la historia nacional del honor republicano, y fue posible porque, felizmente, en el Uruguay el electorado se dividirá en dos o en tres o como fuere, pero la conciencia cívica se identifica abrumadoramente con los ideales de libertad y justicia.
Esa inmensa mayoría democrática atraviesa todas las clasificaciones partidarias. Esa inmensa mayoría democrática domina antes y más allá de los programas económicos de los candidatos y debe hacerse sentir como opinión pública, sea quien sea el triunfador de este domingo.
Sí: el Uruguay necesita vitalizar su democracia con la afirmación de la persona humana, que es la base de todo Estado de Derecho que sea genuino.
Es que la democracia no se agota en el origen electoral de los gobiernos. Requiere, además, el cultivo diario del pensamiento y la acción de cada ciudadano.
Para eso quedamos convocados todos, en unidad de nación sea quien sea el triunfador que consagre el voto que el alma pronuncia.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.