Al iniciar el último mes de 2023, los partidos políticos completan su elenco de precandidatos presidenciales, con miras a disputar las elecciones internas que la Constitución manda cumplir en junio de 2024.

En cada partido aparecen postulantes con larga trayectoria pública y también surgen nombres nuevos, de ciudadanos conocidos por su trabajo profesional pero sin arraigo en las lides político-partidarias. No es para extrañarse: la renovación es natural y sana en la vida democrática, igual que en la vida toda.

Ahora bien. Para que el régimen republicano sea pleno, no basta que los nombres en juego sean muchos y que la votación sea tan limpia como lo es tradicionalmente en las urnas de nuestro Uruguay. Hace falta que los ciudadanos se pronuncien no sólo por simpatía por los que encabezan las listas y sus compañeros de batalla, sino sobre las ideas, los programas y los estilos de vida que quieren para construir el futuro nacional.

Dicho con otras palabras: para que ´la República funcione a plenitud, es imperioso que la vida pública se nutra con discusión de ideas, de programas y de estilos de vida.

Desde hace décadas nos acostumbraos al empobrecimiento de los debates políticos. Las últimas campañas electorales se redujeron a plantear  promesas económicas e insuficiencias en la seguridad y se multiplicaron las denuncias por omisión y corrupción. No hubo polémica por ideas. No hubo prédica y no se enriqueció el pensamiento público.

Hay que desear –y más que desear, hay que exigir- que los precandidatos, los sectores y los partidos sientan que el Uruguay tiene problemas pendientes en su cultura, en su mirada sobre el mundo y en el desarrollo de las personas que lo componen.

En un mundo donde la tecnología desplaza al ser humano, un país con menos de 3 millones y medio de habitantes dentro de un planeta que tiene más de ocho mil millones, el único camino que tenemos es enriquecernos con ideas claras y fortalecernos con voluntad firme.

Para lograrlo, debemos luchar en todas las horas de todos los días del año, pero muy especialmente en épocas preelectorales, que deben servir como escuelas de formación humana y civismo, en vez de reducirse a torneos de nombres, imágenes y empapelamiento callejero.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.