Acaba de reinaugurarse en París la Catedral de Notre Dame, cinco años y medio después del voraz incendio que obligó a clausurarla el 15 de abril de 2019.

En seguida del siniestro, el Presidente de Francia, Emanuel Macrón, dispuso y planificó la reconstrucción. Aplicó fondos y esfuerzos del Estado y gestionó ayuda externa. El esfuerzo planificado hizo que lo que se previó para cinco años, quedase cumplido en cinco años. Así proceden las naciones desarrolladas, capaces de combinar pensamiento, acción, voluntad y metas elevadas.

La reinauguración de Notre Dame es más que un ejemplo de eficacia planificadora. Es también una hazaña constructiva. Y el acto de reapertura se ha constituido en una prueba palpable de que el alcance espiritual y cultural de ese templo fundado hace 861 años, desborda los límites de la fe, los dogmas y el culto del catolicismo.

A Notre Dame la reconstruyó el Estado laico francés y la reabrieron ciudadanos de diversas corrientes cristianas y no cristianas, rindiendo homenaje más de 40 jefes de Estado, entre los cuales estuvieron personalmente Volodimir Zelenski, con la guerra de Ucrania bajo su responsabilidad, y Donald Trump, con la carga de cumplir su promesa preelectoral de acabar a corto plazo con las luchas armadas.

En cambio, en la reapertura de Notre Dame no estuvo presente el Papa Francisco. Faltó a una ceremonia sacra que se cumplió a menos de dos horas de vuelo desde su residencia en Roma. Habiendo peregrinado –en estos meses- a lugares recónditos de Asia y Oceanía, resulta inexplicable la ausencia del Papa en la ceremonia cumplida el sábado.

De hecho, la confluencia del Estado laico con personalidades de todos los credos y jefes de Estado de más de cuarenta países proclamó ante el mundo que los valores del espíritu no radican en los límites institucionales de una religión en particular, sino que –conservando cada corriente su identidad- llaman e impulsan por encima de las controversias y aun por encima de las guerras.

En esa materia, nuestro Uruguay fue un adelantado, cuando se abrió al espiritualismo laico, que fue el punto de partida del formidable avance que logró a principios del siglo pasado. Y que en los años que vendrán, deberá promover la reconstrucción fraternal de nuestra convivencia, por encima de discrepancias en lo que hayamos votado.

Así lo siente y así lo anhela Radio Clarín.