Montevideo Portal informa hoy que, en definitiva, fue asesinada la joven de 25 años, domiciliada en el Cerro, que estaba desaparecida desde el sábado, sin que la policía diera con ella.
Se sabía que había salido rumbo a la cancha de golf emplazada detrás de lo que fue el Frigorífico Anglo, acompañada por el novio, quien, después de la caminata, había regresado solo a su casa.
Ayer la desaparición quedó penosamente aclarada: como podía presumirse, la muchacha fue vilmente asesinada por su pareja. –que, según se supo, antes le había pegado más de una vez, por lo cual ya estaba denunciado ante la Justicia.
Este crimen se suma a la lista de femicidios que se renueva año tras año, sin que le pongan freno las políticas de género, las protestas ni las medidas de seguridad y alejamiento que disponen los Juzgados Letrados Especializados en Violencia Doméstica, cuya impotencia ha vuelto a quedar a la vista.
Dolorosamente, la opinión pública ha ido acostumbrándose a recibir el femicidio como algo “normal”. La divulgación de las cifras acumuladas ya no impulsa a la condena moral que merece esta clase de atrocidades. Más bien es al revés: la sumatoria de crímenes va anestesiando las conciencias frente al horror de los femicidios, igual que frente a la expansión de la drogadicción, con sus asesinatos por ajuste de cuentas y con sus adictos durmiendo miserablemente en la calle.
La respuesta no puede ni debe esperarse sólo de la policía o la Justicia, porque la verdadera causa de estos atentados radica en una grave desviación cultural: querer construir la convivencia sin desarrollar los buenos sentimientos, queriendo construir una sociedad sin amor al prójimo y sin respeto por el semejante, basada en los intereses materiales y sin ninguna idealidad moral.
La realidad es que tenemos una crisis de la filosofía de vida, que nace antes –y va más allá- de las estadísticas sobre las atrocidades de los femicidios y los horrores del narcotráfico: porque ni las víctimas son números ni las cifras pueden, jamás, reemplazar los conceptos y los sentimientos desde los cuales nuestro Uruguay puede y debe vivir.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.