Latinobarómetro –una organización privada con sede en Chile—realiza una encuesta anual sobre el sentimiento de bienestar en los países latinoamericanos.
En el relevamiento del año 2024, el país que reporta más satisfacción con su modo de vivir es Costa Rica, seguido de cerca por el Uruguay.
Sí, amigo oyente: según esa encuesta encabezaríamos el continente, con los costarricenses primeros –con 89 % de satisfacción vital- y con nosotros pisándoles los talones con 87 % -apenas dos puntos menos que Costa Rica.
El dato es alegre y alentador, pero claramente parece errado.
No es propio de un Uruguay altamente feliz el hecho de que, en el continente, nuestro país aparece primero en la tasa de suicidios y se sitúa tercero en el miedo a la inseguridad. No indica satisfacción el hecho de haber votado, por clara mayoría, en contra del candidato presidencial que se presentó como continuista; y tampoco parece compatible con la satisfacción pública la creciente importancia de los problemas de Salud Mental que reconoció el gobierno que se va y que ha prometido encarar el gobierno entrante.
En realidad, la encuesta sobre satisfacción vital -atribuida por relevamientos hechos desde afuera por métodos nunca claros- sólo puede servirnos para que encaremos con inteligencia y valentía los temas que nos hacen la vida dura, compleja y difícil. Esos temas tienen que ver con la caída de los sentimientos, la baja en el respeto, la ausencia de horizontes anímicos, el retroceso de la cultura en las relaciones y hasta en el lenguaje diario.
En último rigor, la misma Salud Mental no es sólo asunto de salud, sino de filosofía de vida.
Y en esa materia –filosofía de vida- tenemos que volver a sentar las bases firmes que dejamos debilitar cuando nos enfermamos de relativismos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.