Hace pocos días, The Economist  -uno de los órganos de prensa con más autoridad en el mundo- volvió a distinguir al Uruguay como la democracia más estable de América Latina.

         Es un honor que debemos tomar muy en serio, porque es el fruto de fatigas, dolores y sacrificios de grandes conductores y anónimos ciudadanos que supieron servir a la libertad y al Estado de Derecho, por encima de las tentaciones ideológicas afines a las dictaduras. Esas tentaciones siempre merodearon en la región. Y desgraciadamente, la época que corre no es la excepción.

         Precisamente ayer Joaquín Morales Solá, gran columnista de La Nación de Buenos Aires, resumió hechos y formuló reflexiones que evidencian que la convivencia democrática argentina enfrenta un riesgo nuevo, que radica en la excepcional agresividad del Presidente Javier Milei.

         La crónica de Morales Solá recoge las expresiones que profirió Milei en un encuentro doctrinario desarrollado el lunes pasado en Corrientes. Allí el Presidente argentino dijo que el Parlamento –el Congreso- era “un nido de ratas”.

         Y por si fuera poco identificó a “los políticos” con el excremento – usando la palabrota popular-, para agregar en seguida que “la gente los desprecia” El destacado columnista se pregunta si al Presidente de la Nación le era necesario calificar de “ratas” a los diputados y senadores y señala que, sin tener mayoría propia, es absurdo enfrentarse con el Congreso cuando logró  los 144 votos que aprobaron en general la llamada “ley ómnibus” que iba a ser la columna vertebral de su gobierno.

         Este ejemplo y muchos otros muestran que -en la Argentina y en otras naciones hermanas de nuestra América- la democracia es un modo de votar en las urnas pero no se asienta como una manera de convivir respetando al adversario y dialogando en busca de acuerdos.

         Con los pretextos que sea, asoma la intolerancia y se insinúa la persecución.

         En ese contexto, el primer deber de los ciudadanos es respetar y, en el mismo gesto, reclamar respeto, para que el diálogo vuelva a enriquecerse con la capacidad de escuchar y entender al que piensa distinto y propone otras cosas.

         Ningún populismo, sea del signo que sea, tiene derecho a olvidar las bases espirituales y filosóficas de la convivencia en libertad. 

         Por lo cual, debemos celebrar que nos distingan como la mejor democracia de nuestra América Latina, pero debemos enriquecer esa democracia con pensamiento, cultura y oídos atentos al discrepante.

         Así lo siente y asílo afirma Radio Clarín.