Hoy 29 de marzo de 2024, para los cristianos es Viernes Santo y para los no cristianos es Viernes Mayor, salvo para quienes atienden servicios esenciales o quienes trabajan para al Turismo –ese Turismo que en el Uruguay le impone su nombre laico a la Semana Santa, pero le obedece a la religión el singular criterio con que cambia de fecha de un año al otro.

          El origen de esas variaciones anuales data de 1.699 años atrás. En efecto, en el año 325 el emperador romano Constantino I convocó al Concilio de Nicea, y allí se discutió la fecha de la Pascua Cristiana hasta que se la fijó en el primer domingo posterior a la primera Luna Llena después del equinoccio de marzo.

          Por eso, la Semana Santa no cae nunca antes del 22 de marzo y nunca después del 25 de abril. En el Uruguay la convertimos en Semana de Turismo, pero le mantuvimos el modo de cálculo proveniente de un Concilio religioso, igual que declaramos laica a la República pero le aplicamos el calendario gregoriano que cuenta los siglos desde el nacimiento de Jesús.

          Lo que se conmemora en la fecha no es sólo el hecho principal en que cree una religión entre las múltiples que se practican lejos y cerca. Más allá de debates históricos y críticas filosóficas, el manso pero resistente sacrificio de Jesús en la Cruz enseña un camino supremo de amor al prójimo; y el triunfo de Jesús sobre la muerte nos muestra un camino de esperanza y apertura al porvenir.

          Esos valores integran las vías espirituales que estuvieron en la base de las convicciones con que los uruguayos identificamos a la persona humana, mucho antes que, en 1918, la reconociéramos como cimiento de la Constitución Nacional. 

          Aun sin fe religiosa y aun con algunos datos históricos discutidos, el feriado merece una conmemoración seria y una meditación de fondo, más allá de domas, vueltas ciclistas -y hoy, además, clásico de fútbol.

          Tenemos demasiados temas sin resolver como para pasar distraídos frente al significado originario y profundo de los símbolos fundacionales.

          En un país atropellado por el delito, la droga y la banalidad, tenemos demasiadas necesidades y demasiados vacíos espirituales para continuar dejando para pasado mañana lo que debimos haber encarado y resuelto desde un anteayer histórico que hoy nos interpela la conciencia. 

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.