La muerte de Jorge Lanata no puede pasar inadvertida a nadie que vibre con la libertad de prensa, a nadie que sienta la libertad de pensamiento y a nadie que luche contra la corrupción.
Tras una larga lucha por la vida, cayó el telón sobre uno de los grandes editores periodísticos de nuestra América Latina.
Su celebridad se compuso no sólo por su talento creador sino por sus polémicas y sus contradicciones, que le depararon adhesiones y ataques, amores y repudios, admiraciones fuertes y condenas ríspidas. Pero porque provocaba sentimientos encontrados y hasta porque se deslizaba al vedetismo, Lanata simbolizó y encarnó la libertad de prensa, que es libertad para recibir no sólo alegres condecoraciones sino también críticas acerbas.
El señor Jorge Lanata hizo grandes aportes para evidenciar cuánto puede revelar y cuánto puede denunciar el periodismo. Al efectuar tales aportes, aparecía “irreverente, caprichoso, histriónico, valiente, siempre lúdico y audaz”, como bien dijo La Nación de Buenos Aires-en la necrológica que le dedicó, donde supo destacar que “Lanata se hacía notar con su figura voluminosa, su lengua mordaz y su mirada triste. Muy justo o arbitrario, según la ocasión, su capacidad infatigable para embestir era su marca registrada. Gran preguntador, eximio polemista y con un abanico muy grande de intereses -además de la política y de la alta cultura hasta el chimento más intrascendente, todo le interesaba.”
Tras haber combatido fieramente contra la corrupción kirchnerista y haber contribuido con ello a entronizar a Javier Milei en la presidencia de la Argentina, cuando el nuevo gobernante empezó a ofender a los periodistas y lo atacó personalmente, Lanata –enfermo pero firme- lo denunció penalmente. Su cuerpo ya lo sostenía poco, pero su lucidez y su voluntad lo sostenían para enfrentar a Milei después de haber combatido a los Kirchner.
Con Lanata se extinguió un ejemplar singular de una raza que responde a sus carencias y sus debilidades, irguiéndose y creciendo para servir valores y abrazar banderas de justicia.
Esa raza nunca morirá en el Río de la Plata ni en ninguna nación donde haya cultores de la libertad como suprema distinción de lo humano y viviente.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.