Como desde 1991 es costumbre en estas fechas, se realizó la conferencia anual del Foro Económico de Davos, así llamado por efectuarse en Davos, una localidad de 12.000 habitantes situada en los Alpes suizos.

El Foro de Davos es una organización porque reúne a los líderes empresariales más ricos y a los líderes políticos más notorios para analizar los problemas más apremiantes que afronta el mundo, tales como la migración, la salud humana y el medio ambiente.

Las actividades del Foro apoyan el avance de un mundo globalizado, gobernado por una coalición de corporaciones multinacionales, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil.

El Foro Económico Mundial y su reunión anual en Davos son criticados por el costo público de su seguridad y por algo mucho más importante: idealizando la economía global, reúne a empresarios, técnicos y conferencistas que se preocupan por la macroeconomía global, pero no atienden las necesidades de las empresas chicas y los sectores pobres que hay en todo el mundo.

En realidad, el Foro de Davos es una más de las muchas organizaciones que instalan la idea de que la economía depende de decisiones pertenecientes a un mundo ancho y ajeno. Esa idea se propaga con facilidad…y con facilidad induce a creer que estamos mal por lo que deciden otros y desemboca en una entrega y una resignación que sólo pueden hacernos daño.

La palabra economía no nació para referirse a los grandes números de una economía mayor. En su origen griego de hace 2.500 años, economía provino de ekos, hogar, y nomos, reglas o normas. La economía es la sabiduría sobre las reglas del hogar: ser trabajador, activo, despierto, ordenado y creativo, sin gastar más que lo que puede pagarse.

Si recordamos eso, veremos que la economía real -la nuestra de cada día- debe alimentarse mucho más con la actitud y el esfuerzo que con los números enormes de los que quieren globalizar todo, sacándole a cada comarca –y hasta a cada persona- el sabor íntimo de la lucha derecha por la vida.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.