En la mañana de hoy se divulgaron las cifras del Instituto Nacional de Estadística sobre la pobreza infantil.

          Los datos principales son:

          – que en 2023 la pobreza infantil aumentó 0,4 %;

          – que el margen de error en la medición es de 2 %.

          Enseguida que se conocieron estos números, quedaron sometidos a la interpretación de los partidos, cada vez más dispuestos a polemizar a medida que se acercan las elecciones internas de junio.

          Por un lado, desde la oposición se marcó que el aumento de la pobreza indicaría una falla gubernativa, ya que podía y debía esperarse que con el crecimiento económico –el aumento del  Producto Bruto, el agrandamiento de la torta- la pobreza infantil cayera.

          Por otro lado, desde filas de la coalición gobernante se señaló que el margen de error con que se realizó la encuesta fue 2 % y por tanto fue cinco veces mayor que el aumento de 0,4 % que se habría detectado en la pobreza, con lo cual desde filas gubernistas se sostiene que los números no habilitan a concluir que la pobreza infantil haya crecido y sólo habilitan a constatar que en el año 2023 se mantuvo igual o pareja con la que había en 2022.

          Esa discusión nos parece ociosa y, más que nada, inconducente, ya que la desgracia infantil de la pobreza necesita mucho más que un debate sobre la manera de medirla.

          En definitiva, la pobreza real que afecta a niños y adultos no es un hecho de las estadísticas: es un dolor de la vida nacional que debemos compartir todos como una insuficiencia de los sistemas de producción y compensación que se han ensayado en el Uruguay.

          Tenemos un bolsón de pobreza, abandono y hasta miseria que no disminuye con la asistencia social y no retrocede con las políticas educativas intentadas hasta ahora.

          Esa es la verdadera constatación que debe conmovernos. No se mide en números, sino en sentimientos. Por lo cual, más que encuestas que  nos digan cuánta pobreza infantil hay, lo que necesitamos es la inspiración solidaria, fraterna y cariñosa para salir en cruzada educadora con la fuerza y la inspiración que tuvieron los hombres de pensamiento que, en el pasado, supieron no sólo gobernar sino construir porvenir.

          El sentimiento constitucional y democrático nos dice que queremos ser una república que iguale a sus hijos en el punto de partida.

          Eso no se consigue agitando cifras y estadísticas sino afirmando ideales, abrazando propósitos e instalando en el alma colectiva la voluntad de superación en vez de la entrega sin luchar.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.