Un insólito incidente tuvo lugar en La Barra de Punta del Este: un Guardavidas rescató a un niño de apenas tres años, pero al sacarlo del agua, el padre, en vez de agradecerle, lo golpeó.

El niño estaba solo en la orilla y empezaba a arrastrarlo la corriente de retorno.

Carlos Curbelo, coordinador de guardavidas de Maldonado, explicó que el funcionario había advertido a la madre sobre la situación peligrosa, pero fue ignorado. A pesar de sus repetidas advertencias, el niño fue arrastrado por la corriente y el guardavidas, cumpliendo su deber, emprendió el rescate.

Después del incidente, el guardavidas fue agredido físicamente por el padre del pequeño. Tras la agresión fue emitido un comunicado apoyando al trabajador y se presentaron denuncias ante la Prefectura.

El episodio acuático fue menor, el salvamento fue de rutina, pero la agresión no puede pasar inadvertida.

Al agredir al funcionario que había sacado a su pequeño hijo de una situación de peligro, ese turista argentino conjugó la misma conducta- de ese tipo de madre que maltrata y agrede a la maestra que le corrige al hijo, patentizando tener los valores al revés.

No se trata de casos aislados, sino de deformidades de la conducta que se contagian a partir de una agresividad que se expande y se enseña hasta en juegos de apariencia inocente.

No se trata de una desgracia que pueda corregir el Estado por sí solo, sino de una falla en la formación interior de las personas, que debemos combatir y eliminar por acto espontáneo de la conciencia individual y colectiva, porque la primera garantía de los derechos ajenos y propios radica en la civilización y la cultura que cada uno desarrolle por dentro.

Dolorosamente, esa garantía falta en la mente y el corazón de los que en vez de agradecer, agreden, haciéndonos retroceder a formas de barbarie incompatibles con nuestro Estado de Derecho.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.