Montevideo Portal publicó anteayer la noticia de que una cirujana interrumpió su fiesta de cumpleaños y voló a Tacuarembó para operar con urgencia a un ciudadano de 63 años y salvarle la vida, evitándole las secuelas que aparejan los accidentes cardiovasculares cuando son severos.

          El sábado ingresó a una mutualista de la ciudad de Rivera un paciente de 63 años en situación crítica, con un cuadro clínico de confusión mental y con desviación de los rasgos faciales que indicaban una hemiplejia izquierda.

          Se le efectuó una angio-tomografía. E inmediatamente, el intensivista de guardia en el CTI de la mutualista riverense se comunicó con la doctora Alejandra Jaume y decidieron de común acuerdo su traslado al Hospital de Tacuarembó, para realizarle una angiografía encefálica y, si se confirmaba el diagnóstico, intervenirlo sin demora.

          Se transmitió el alerta máximo al Centro de Operaciones Aéreas, que permitió que la Dra. Jaume se traslada en forma urgente al hospital de Tacuarembó, que cuenta con un angiógrafo de última generación y –como es notorio- ha formado un valioso equipo  de alta experiencia.

          El Dr. Ciro Ferreira, Director de dicho Hospital,  explicó que la ventana de oportunidad para un tratamiento efectivo de un ACV es de un máximo de seis horas. Si el paciente recibe atención especializada pasado ese tiempo, es posible que sobreviva, pero sufrirá las consecuencias permanentes del ACV.

          Fue para evitar esos males futuros que, ante los síntomas de una hemorragia cerebral, el sábado pasado se aplicaron las máximas reglas de emergencia, con la colaboración de la Fuerza Aérea.

          La intervención quirúrgica se cumplió con eficacia.  Y gracias a eso, el paciente mejoró la conciencia, recuperó la fuerza y el movimiento de brazos y piernas y recuperó también la comunicación.

          El caso no es sólo una confirmación más del valor que tiene para el Uruguay tener en el centro del país un hospital público con alta especialización.

          Es también la confirmación del valor de la conciencia ética y espiritual por encima de las tentaciones inmediatas de un momento de descanso o de festejo.

          Para que la Dra. Alejandra Jaume dejara su fiesta de cumpleaños, volase a  Tacuarembó y librara su batalla profesional encerrada en el quirófano, fue necesario no sólo el saber científico, sino un acendrado sentimiento del deber incondicionado hacia el prójimo.

          En una época de descreimiento y flojedad, su gesto resulta aleccionante y ejemplar.

          Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.