A las 19:01 del viernes 14 de febrero, el presidente de la Argentina, Javier Milei, publicó un mensaje en su cuenta personal en X, en el que promocionaba el lanzamiento de una nueva criptomoneda llamada PESO-LIBRA.
Textualmente, Milei escribió: «La Argentina Liberal crece!!! Este proyecto privado se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. El mundo quiere invertir en Argentina.»
En su cuenta personal, el Presidente argentino incluyó un link de la empresa cripto-monetaria, que se llama «Viva la libertad project» en obvia alusión a la frase con que Milei termina sus discursos antes de cerrarlos con una palabrota.
Con esa propaganda presidencial, la capitalización de mercado de la criptomoneda trepó por encima de los 4.000 millones de dólares, impulsada por unos 40.000 compradores.
Sin embargo, en apenas unas horas el valor del PESO-LIBRA se desplomó, con lo cual se devoró el dinero de los compradores que le habían hecho caso al Presidente que llegó al poder precisamente como economista.
Pasada la medianoche Milei borró su publicación, diciendo que después de haberse «interiorizado del proyecto” decidió “no seguir dándole difusión», pero ya era tarde, ya que había estallado un escándalo político con denuncias judiciales y parlamentarias y con repercusiones e investigaciones internacionales.
Para defenderse, Milei arguyó lo siguiente: “Si vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo, si vos sabías que tenía esas características?». Los que participaron, lo hicieron voluntariamente, es un problema entre privados: acá el Estado no juega ningún rol«
Frente a los hechos, esa argumentación del Presidente Milei resulta inadmisible y hasta guaranga, ya que si la criptomoneda era una timba de casino, un Presidente jamás pudo haberla apoyado y si –como se ha denunciado- se trató de una estafa, el Presidente no puede ignorar que el Estado sí tiene que jugar el rol –mínimo- de juez y gendarme.
Ninguna convicción sobre las bondades de las empresas privadas puede hacer olvidar que los gobernantes no deben jamás involucrarse con el interés de un negocio particular y que los engaños dirigidos al ahorro público deben perseguirse no sólo por la Justicia sino por todos los poderes del Estado.
Y eso no puede ignorarlo ningún Presidente constitucional, por más que se codee con algunos poderosos de turno, como gusta hacerlo el señor Milei.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.