El miércoles 14 la ciudad de Nueva York, representada por su alcalde, inició en California una demanda contra cinco de las mayores redes sociales: TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube.
Las autoridades de Nueva York sostienen que, en busca de aumentar su lucro, las plataformas electrónicas estimulan la adicción: y con esa adicción -igual que si fueran alcohol u otros psicotrópicos-, disminuyen la concentración y el aprendizaje, afectando la salud pública.
Un informe del Departamento de Salud Mental de Nueva York revela que el 77% de los estudiantes de secundaria aplican tres horas por día, o más, mirando y buscando distracciones en pantallas, por lo cual los celulares han pasado de ser un teléfono y una computadora altamente útiles… a convertirse en un vicio social que rebaja la atención y atrofia la inteligencia.
La demanda neoyorquina contra Tik Tok y las demás empresas tiene un alto valor simbólico. Así lo afirmó, en su columna de Montevideo Portal, don Miguel Arregui, con la autoridad de su vida entera dedicada al interés público en medios de difusión de primera línea.
Más allá de ese valor simbólico, habrá que ver si el reclamo contra la adicción a la pantalla chica tiene éxito o no, pero cualquiera sea el destino de la singular demanda, su sola existencia debe servir para que todos tomemos conciencia de que esa distracción que afecta a los niños en la escuela y ese desinterés por aprender ideas claras que muestran los adolescentes en el liceo, no son el efecto natural de las diferencias generacionales. Son el efecto de un vicio donde el diálogo se reemplaza con mensajes mínimos y donde los principios orientadores se sepultan bajo un océano de entretenimientos.
Con toda razón señala Miguel Arregui: “Nunca en la historia los humanos estuvieron tan conectados ni accedieron con tanta facilidad a tantos bienes intelectuales y materiales. Pero, al mismo tiempo, padecen su contracara: un mundo on line de adicción, ignorancia, falsedades, superstición, frivolidad, sordidez, déficit atencional y depresión.”
La consecuencia es que “Muchos jóvenes no logran sistematizar la abundancia de datos y no logran darles contexto, por lo que al fin se limitan a copiar, incluso los errores…. Un mono amaestrado podría hacer más o menos las mismas cosas”, señala con toda razón Arregui.
El tema ha dejado de ser un tabú o una habladuría entre íntimos.
Es un tropiezo para la educación formal y para la formación personal entrecasa. Tanto, que hay que tenerlo en cuenta, en la lucha que debemos librar todos a favor del crecimiento de la comprensión y la inteligencia, único camino que nos hará cada vez más un pueblo culto y libre.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.