Desde el pasado fin de semana, se sucedido anuncios de bomba. Empezaron en dos Shoppings, desembocando en tres evacuaciones abruptas. Y siguieron con el liceo 33 de Carrasco y con las facultades de Medicina, Derecho, Arquitectura, Economía y Comunicación de la Universidad de la República-
Ante las amenazas, la UDELAR justificadamente suspendió las clases en todos sus establecimientos.
Al principio -el sábado pasado- todos pensábamos que las amenazas podían ser la obra de un bromista de pésimo gusto.
Pero al repetirse en distintos ámbitos, todo obliga a tomar la situación en serio, máxime que el Rectorado de la Udelar recibió un correo electrónico donde se lee «Iré a primera hora para cometer una masacre» y el autor afirma que la Universidad le infirió daño y ese daño se lo quiere cobrar con la masacre que anunciaba.
Aparecen pistas que vincularían las amenazas a un grupúsculo identificado en España y en Estados Unidos, grupúsculo desquiciado desde el fondo de las ideas que lo mueven a usar la muerte como argumento de amenaza y como método de lucha.
Hasta ahora no sabemos quiénes son, pero ya sabemos que imaginan sembrar en Montevideo matanzas como las que perpetran locos en colegios norteamericanos o las que han desencadenado los terroristas musulmanes en lugares públicos de la Unión Europea.
La policía investiga, la Fiscalía tiene carpeta abierta, con lo cual cumplen su deber.
Y nosotros como ciudadanos tenemos también un deber que cumplir. Antes de confirmar el origen y sin necesidad de conocer el rostro de los autores, tenemos el deber de repudiar el atropello que es cada amenaza en sí misma y de condenar el odio y el fanatismo que trasunta la sola idea de manejar bombas para matar inocentes.
Eso es propio de mentes fanáticas y totalitarias.
Contra ellas, debemos alzar la voz unánime de nuestra ciudadanía, llamada una vez más a recordar el valor del respeto, la libertad y la paz pública.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.