Ayer, 14 de abril, fue el Día de las Américas, establecido como tal en el año 1931 –hace ya 94 años- para celebrar la soberanía, la hermandad y la unión voluntaria de las naciones integrantes de la comunidad continental.
La fecha se fijó porque fue un 14 de abril de 1890 que la Primera Conferencia Internacional Americana, cumplida en el Distrito de Columbia, creó la Unión y la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas. La Unión y la Oficina fueron la primera simiente de la Unión Panamericana, que desde 1948 dio lugar a la Organización de los Estados Americanos, la OEA, vigente hasta ahora.
En estos años el Día de las Américas no se festeja con la pompa de otrora. Junto con la baja del debido respeto a los himnos patrios, ha caído en desuso el Himno de las Américas, obra del talento creador de Rodolfo Sciammarella –el mismo autor de tantos éxitos que cantaron Carlos Gardel y Alberto Castillo.
Pero ni la falta de festejos del Día de las Américas ni la desatención a sus símbolos indican que los ideales pactados en la OEA hayan perdido interés o carezcan de sentido. Es precisamente al revés.
Los pueblos de toda América –ahora incluyendo a Canadá y Estados Unidos- viven tiempos de incertidumbre y zozobra: unos bajo dictaduras, otros con democracias maltrechas, infectadas por populismos fanáticos o azotadas por una criminalidad corrupta.
Pues bien. Cuanto más dura y angustiante es la realidad, más imperioso y más urgente es revalorizar los ideales con que debemos erguirnos para revertir las transgresiones, los dramas y las tragedias que estamos enfrentando en el día a día de nuestras conciencias.
Más allá de aciertos, errores y conflictos indeseables, la Carta de la Organización de los Estados Americanos afirmó que la misión histórica de América es ofrecer a la criatura humana “una tierra de libertad y un ámbito favorable para el desarrollo de su personalidad y la realización de sus justas aspiraciones”. La fe en esa idealidad debe revalidarse, para inspirar a las personas y a los gobiernos de hoy y de mañana, de modo de alcanzar las metas espirituales, morales y materiales que nos debemos como individuos y como pueblos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.