La Semana de Turismo es una creación uruguaya.

La Constitución de 1918 separó a la Iglesia del Estado. Al entrar en vigencia, en octubre de 1919 se dictó la ley 6.997, que cambió los nombres religiosos de los feriados, sustituyéndolos por conceptos laicos afines. Fue así como en el calendario uruguayo, la Navidad pasó a llamarse Día de las Familias. Y fue así como el artículo cuarto de la mencionada ley dispuso “Declárase feriada con el nombre de Semana de Turismo la sexta semana siguiente a la de Carnaval.”

Basta leer esa norma para advertir que, en el sistema legal uruguayo, la Semana de Turismo nació por transformación laica y festiva de la Semana Santa, cuya fecha varía al compás del Carnaval y de las lunaciones, siguiendo las reglas del calendario gregoriano, así llamado porque lo estableció el Papa Gregorio XIII hace 443 años, en 1582.

El nombre es laico pero la fecha es de origen confesional, igual que el Estado no tiene religión… pero anota sus fechas a partir del nacimiento del que para el cristianismo sigue siendo el Niño-Dios.

Esta Semana en el Uruguay ya no es de Turismo únicamente. Por acumulación de costumbres nacionales a lo largo de un siglo, ha ido convirtiéndose en Semana Criolla, en Semana de la Vuelta Ciclista, en Semana de la Cerveza y, sobre todo, en semana de descanso: en casa para los más, en excursión para otros, en viajes largos para los menos.

Pero por encima de la variedad de nombres y de usos, estos siete días de una paralización que singulariza al Uruguay en el mundo, necesitamos aplicarlos a construir nuestra paz interior y a afirmar los valores del espíritu. Tenemos demasiados males que nos azotan el alma. Esos males van desde las palabrotas oficializadas por comunicadores irresponsables, pasan por pensamientos bajos y se convierten en crímenes abyectos que nos martillan desde los noticieros.

Por eso, y por muchas razones más, nos hace falta reconciliar el invento nacional de la Semana de Turismo con la necesidad de cultivar el espíritu con sentimientos universales que, sean religiosos o no, hagan florecer la sed de amor y fraternidad que hoy quema las entrañas de todas las mujeres y los hombres de buena voluntad.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.