En el mundo occidental, este Viernes es, para los creyentes cristianos y sus afines, jornada de recogimiento y oración; y para los ajenos a la religión, es jornada de pausa y reflexión.
En nuestro Uruguay, está consagrada la convivencia pacífica y fraternal entre las distintas formas de fe y las diferentes escuelas de filosofía que se han aquerenciado en playas, pueblos y caminos de nuestro suelo oriental.
El Uruguay es un Estado laico, que no sostiene religión alguna, como muy bien manda la Constitución, pero es una República que cuenta los siglos desde el nacimiento de Jesús, que solemniza la Navidad como Día de la Familia y que fija su Semana de Turismo siguiendo el régimen lunar que hace 443 años fijó el Papa Gregorio XIII. En definitiva, somos un país laico en cuanto a la fe del Estado, pero no un país negador de sus raíces históricas y su acumulación cultural de fuerte raíz cristiana ni somos una nación indiferente a las convicciones íntimas que profese cada uno.
El Viernes Santo que conmemora tanto el catolicismo como las corrientes evangélicas de antaño y de ahora es reverencia al sacrificio, la injusticia y la muerte que se transmutan en Resurrección, en esperanza de nueva siembra y nueva vida.
Esa esencia de la fecha puede pasar inadvertida entre reuniones familiares y clamores de la Vuelta Ciclista. Pero el mundo está azotado por la criminalidad de las guerras, de todas las guerras. A su vez, el Uruguay está atormentado por la inseguridad, por el narcotráfico, por la debilidad de su educación y por su desorientación doctrinaria.
Cada una de esas desgracias nos golpea –debe golpearnos- la conciencia por encima de las invitaciones festivas del turismo, las Criollas y la Cerveza, llamándonos a profundizar como seres humanos y como ciudadanos, sobrepasando los límites para buscar nuevas respuestas que nos conviertan en células activas de la libertad, la justicia y el bien común.
Velar por el que se tiene cerca -el prójimo-, amarnos y respetarnos como seres únicos e irrepetibles, erguirnos ante las derrotas con un indomable Levántate y anda, son mandamientos que se originan en el cristianismo y sus raíces judías, pero sobrepasan los credos y rigen también en los conceptos de la sociología científica.
En esa coincidencia esencial debemos edificar el futuro inmediato del Uruguay, por encima de mezquindades políticas y diferencias ideológicas.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.