A las 07.35 hora GMT –las 04.35 del Uruguay- falleció en el Vaticano el Papa Francisco, primer latinoamericano que ocupó el puesto catedralicio de San Pedro, desde el cual ayer cumplió su último acto multitudinario, al impartir, con voz débil y cuerpo exhausto, la bendición urbi et orbi.

La muerte no sorprende, pues estaba enfermo desde hacía años y había estado grave e internado en repetidos períodos, el último de los cuales concluyó hace sólo cuatro semanas.

Hijo de inmigrantes italianos, con su nombre civil de José Mario Bergoglio fue sacerdote de barrio. Llegó a obispo de Buenos Aires, y en esa función mantuvo la sencillez de quien optaba por los pobres. Ocupando la más alta jerarquía de la Iglesia argentina, viajaba en subterráneo y en colectivo, seguía siendo hincha de San Lorenzo y proclamaba su afición al tango oído y bailado.

Con esa misma sencillez caminó por Roma mientras pudo y a finales de 2023 pidió ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, y no en la basílica de San Pedro.

El predecesor de Francisco fue Benedicto XVI, el Papa alemán que impartía doctrina y profundizaba en filosofía. A diferencia de ese ilustre antecesor, el Papa argentino se volcó a luchar en la vida práctica.

Siempre se recordará que su primer viaje lo hizo a Lampedusa, la isla del Mar Mediterráneo a la que llegaban embarcaciones miserables, con un pasaje que afrontaba la muerte a cambio del sueño de emigrar a Europa.

Tanto en Roma como en el extranjero, el «papa del fin del mundo», que fue líder de los jesuitas durante la dictadura argentina en la década de 1970, denunció sin descanso todas las formas de violencia, desde la trata de seres humanos a la explotación económica.

Dentro de la Iglesia Católica, Francisco luchó contra la pederastia, impuso la obligación de denunciar los abusos sexuales y combatió la corrupción financiera.

Desde la Iglesia hacia afuera, predicó una opción por los pobres, fundada en el amor cristiano y no en la guerra de clases.

Su tiempo individual terminó esta mañana, pero su gestión espiritual permanecerá en la perennidad de los valores que sirvió.

Esos valores no incumben sólo a la Iglesia romana. Los comparten los cristianos de otras confesiones. Los comparten los practicantes sinceros de otras religiones. Los compartimos todos los que luchamos por ser hombres de buena voluntad, por encima de todos los bandos cuya moda divide a la humanidad.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.