Hoy en Shanghaï –casi en las antípodas de nuestro Río de la Plata- abrió sus puertas una exposición excepcional, en la cual China está consagrando la primacía internacional de su industria automotriz, especialmente en los vehículos eléctricos e inteligentes.

¡Cómo será la realidad que Le Monde – el principal diario del mundo en lengua francesa- le dedica su principal nota a “la hiperpotencia automovilística china”, subrayando que el gigante asiático “domina la industria automotriz hasta el punto de que ahora la copian las constructoras occidentales”.

Hasta el 2 de mayo se exhibirán los nuevos modelos que hoy enorgullecen a la industria china. Como culminación de un progreso que ya la tiene al frente en la comparación de ventas.

Hace sólo 40 años, China aparecía como una proveedora de mano de obra barata. Era el patio de atrás de la fabricación de autos y camiones. Las grandes marcas europeas y estadounidenses instalaban centros de producción con mano de obra barata, disciplinada por la filosofía confuciana de siglos y sujetada por el régimen de partido único que gobierna férreamente al gigante asiático.

Menos de medio siglo después, china compite con empresas propias, marcas propias e invenciones propias, lo mismo en automóviles de alta gama que en los más económicos y modestos, de uso masivo y popular.

La crónica de Le Monde consigna abiertamente que no sólo por sus ventas sino también por sus modelos “China se ha transformado en el centro automotor del mundo”.

El éxito en números ya se conocía. Desde el año 2009 China es el país del mundo con mayor mercado de venta. Desde 2023 es el mayor exportador mundial. Y en el año pasado -2024-, superó las cifras sumadas de Japón, Europa entera más Estados Unidos.

Este avance del gigante asiático merece ser reconocido, pero no para admirar de lejos sino para aprender todo lo que puede hacer la inteligencia y la voluntad, cuando hay inteligencia y voluntad para aplicar principios de organización.

Los países como el Uruguay no debemos dedicarnos a balconear el buen o el mal humor de los gigantes del norte. Tenemos algo mucho más urgente: aprender de ellos a transformar su realidad en 20, 30 o 40 años, pasando de la pobreza a la riqueza mediante esfuerzos de la inteligencia y la voluntad, en vez de vivir explicando estancamientos y justificando desgracias.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.