Más allá del hecho gubernativo, los ciudadanos no debemos dar por cerrado el indeseable episodio que desembocó en la remoción de la señora Cecilia Cairo de su cargo de Ministra de Vivienda.
No debemos darlo por cerrado, porque deja lecciones que son muy valiosas y es nuestro deber de personas conscientes, profundizar en esas enseñanzas, que valen y sirven para todos los partidos, es decir, para toda la ciudadanía y para el destino de la República.
La principal evidencia que nos queda es que el Uruguay sigue siendo un país que repudia la incoherencia de las personas que lo gobiernan.
Así como la Constitución establece una República donde todos los ciudadanos somos y debemos ser iguales ante la ley, los sentimientos públicos repudian las transgresiones abusivas y no aceptan que el gobernante se sienta exonerado de cumplir las reglas generales de la legalidad.
Felizmente, esa convicción igualitaria vibra en nosotros como una regla básica que es muy anterior a la división en partidos, en ideologías o en la separación de izquierdas y derechas.
Porque esa regla nos inspira como una base institucional de nuestro modo de ser republicanos, en el boca a boca de la semana pasada corrió como reguero de pólvora la condena colectiva a la absurda irregularidad de las viviendas pertenecientes a la Ministra de Vivienda.
Fue así como brotó, espontáneo e inequívoco, el sentimiento de que la involucrada debía irse del Ministerio, lo que finalmente se concretó con participación directa de la opinión pública, que es un órgano esencial de la democracia al que debemos revitalizar.
Sí: debemos dejar de ser espectadores pasivos de los hechos consumados que se nos informan y debemos recuperar la agilidad y el vuelo de una ciudadanía activa, participante en la gestación del destino común.
Por eso y por muchas razones más, no debemos enterrar en el olvido el traspié de la semana pasada. Dejó enseñanzas positivas y nuestro deber es aprenderlas y aplicarlas.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.