Los habitantes de España, Portugal y el sur de Francia se vieron colapsados por un apagón total, de cuya dimensión no se registran precedentes.
Se detuvieron todos los servicios enganchados a las redes eléctricas, generando el mayor caos que recuerden las actuales generaciones. Trenes paralizados, vuelos anulados, rutas cortadas, comunicaciones suspendidas, trabajos burocráticos impedidos, en el inolvidable lunes 28 de abril la península ibérica vivió una jornada de ansiedad, angustia y miedos.
El gobierno de Pedro Sánchez y la Justicia española -la Audiencia Nacional, como allá se dice- dispusieron investigar si la causa fue fortuita o si el apagón fue provocado adrede por un criminal “sabotaje informático”.
Los españoles fueron sacudidos y golpeados por un súbito sentimiento de vulnerabilidad, una especie de experiencia con la locura o el apocalipsis.
Al cabo de ocho horas, los servicios empezaron lentamente a restablecerse, volviendo a la normalidad, sin que hasta ahora se haya sabido qué causa tiró sobre España y Portugal un apagón de esta magnitud.
Pero mientras se investiga la causa, es bueno que, por el cariño que nos vincula a los uruguayos con la Madre Patria, nos solidaricemos con los hermanos de allende el Océano… y que al mismo tiempo reflexionemos sobre la fragilidad de todos los sistemas de comodidad y confort que nos brinda la civilización y que atendamos la necesidad de cuidarlos segundo a segundo.
En un título mundialmente famoso, el escritor checo Milan Kundera puso de relieve “la insoportable levedad del ser”. Se refería a la fragilidad y transitoriedad del ser humano, pero esa fragilidad y ese estado de riesgo permanente no son sólo de nosotros, las personas, sino de todos los productos industriales y comerciales que le dan certezas y triunfos a la civilización.
Todo lo humano es frágil y está amenazado: también la más alta tecnología, como demostró ayer el apagón de España y Portugal.
Por eso, todos los días debemos alzar el espíritu para sostener el andamiaje, cada uno en su esfera por pequeña que sea.
Es que todos tenemos un jardín para cultivar, aunque no nos demos cuenta. Y debemos realzarlo con fuera, en bien de todos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.