Como es habitual, en la campaña electoral de este 2024 ya asoman los temas públicos con que cada lema trata de seducir votantes.
En primera fila aparecen la inseguridad, la educación, el desempleo, las garantías del trabajo y la lucha contra la corrupción. Los partidos se posicionan a ese respecto, pronunciándose algunas veces con un lenguaje llano y rotundo… y otras veces usando un lenguaje sutil, sibilino, que disimule las asperezas que puedan derivar de las políticas que cada uno, según su talante, propone con fuerza o insinúa veladamente.
Para la vida de la democracia, la proposición de rutas definidas es esencial. El pueblo tiene derecho a saber claramente qué piensa cada candidato y tiene derecho a evaluar los temperamentos que se le proponen para gobernarlo. El ciudadano tiene que atender a las propagandas electorales, pero tiene que mirar más lejos de lo que lee en los carteles y lo que escucha en la radio o la televisión.
El ciudadano tiene, sí, que reflexionar por sí mismo, de modo que la masa social no sea un rebaño que bala sino un pueblo que piensa, y que pone orden en sus valores.
Ello implica oír y entender a los candidatos, teniendo muy presente que la vida republicana exige vigilar qué debe hacer y qué no debe hacer el Estado cuyo gobierno se elige en las urnas.
Y teniendo muy presente algo que hoy se olvida: que la vida de una persona, de una familia o de una nación no depende sólo de las orientaciones políticas siempre cambiantes, sino de la vigilancia crítica sobre sus ideas, sus actitudes y sus propósitos.
La vida libre tiene mucho de empresa por cuenta propia. Por tanto, no debemos pedirle al estado más que lo que no podemos lograr con nuestro propio esfuerzo y no tenemos derecho a vivir de espaldas a nuestra responsabilidad de ser nosotros mismos.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.