El próximo domingo 11 de mayo se cumplirán las elecciones departamentales y municipales en todo el territorio de la República.

El Uruguay vivirá así una etapa de alegría comicial, porque somos ciudadanos de un pueblo al que le gusta reencontrarse de igual a igual en los circuitos y se regocija al elegir a sus gobernantes en las urnas.

Porque es así celebremos la regularidad de nuestra libertad comicial recuperada a partir de 1985 y vayamos el domingo a votar en conciencia, con las antenas puestas en el mejor bien del Departamento y el municipio donde afincamos nuestra vida –que cuando elegimos gobernantes, lo que entra en juego es una parte importante de nuestra vida.

El voto es, sí, una alegría para el uruguayo, además de ser un derecho ciudadano consagrado en la Constitución, que desde 1971 es también una obligación, ya que quienes no acuden a las urnas deben justificar ante la Corte Electoral la razón por la cual no votaron. Y si no demuestran haber tenido un motivo valedero, deben pagar una multa antes de realizar cualquier trámite en el Estado.

Los comicios del domingo próximo cierran el ciclo electoral que se abrió el 30 de junio pasado, con las elecciones internas dentro de los partidos políticos. Al haber separado, desde 1996, la elección de Intendentes y la elección de Presidentes, hemos establecido un régimen que insume más de un año de la atención pública en torno a nombres y candidaturas. Y es visible que ese año debatiendo postulaciones cansa, aburre y desinteresa.

Todo indica que al cabo de tres décadas de experiencia con el balotaje y con la separación de las elecciones nacionales y departamentales, deberíamos tener, todos, la inquietud cívica de evaluar el resultado del régimen que ensayamos.

En el mundo amenazado en que vivimos, en un país que no tiene gran población y no ha formado elencos políticos para el recambio, resulta absurdo vivir de elección en elección a lo largo de un año.

Por tanto, levantemos el alma para votar con entusiasmo el domingo próximo.

Y vayamos pensando en reformar la Constitución, para que la vida política y las definiciones partidarias no dependan de aparatos de dilación y ortopedia política, y, en cambio, se vitalicen con discusión de ideas y profundización en la filosofía de vida que el Uruguay necesita para volver a levantar vuelo.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.