Elegidas las autoridades nacionales, departamentales y municipales, terminó la confrontación de nombres, lemas y propuestas.

El balance confirma que –como señalamos en nuestro editorial de ayer- nadie es dueño absoluto del Uruguay.

Si bien en las elecciones departamentales hubo un sostenido predominio del Frente Amplio en Montevideo y Canelones –los dos Departamentos más poblados del país- los porcentajes que lo consagraron ganador rondan el 50 % de los votantes, mostrando mayorías marcadas y suficientes pero no aplastantes ni arrolladoras. Desde que el Uruguay construyó su civilidad, a comienzos del siglo XX, ningún partido y ningún conglomerado se adueñó para sí solo de la voluntad popular, porque para el uruguayo la libertad no es sólo un ideal político sino un modo personal de vivir.

Ese modo personal de vivir tiene que ser no sólo una costumbre, sino –sobre todo- un alto incentivo para impulsarnos a construcciones individuales que nos levanten como personas y como nación.

Es hora de plantearlo con ruda franqueza: la lucha contra la basura, la batalla contra la inseguridad, el combate a la drogadicción y la recuperación del buen trato vecinal son los grandes temas que afectan hoy nuestra convivencia, y ninguno de ellos podrá resolverse por orden de un Presidente, un Intendente o un alcalde, si no cultivamos profundamente nuestro espíritu en los valores de respeto, cordialidad y amor al prójimo.

Por eso, una vez consagrados los triunfadores de los comicios, debemos tener presente que el destino personal y nacional depende no sólo de lo que decidan los gobernantes y los economistas. Depende de la clase de cultura que abracemos en cada acto de nuestra vida.

Y eso es más importante que sentirse ganador o perdedor de una elección.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.