Terminado el largo ciclo electoral, el Uruguay ha completado el elenco de los servidores públicos que elige en las urnas nacionales, departamentales y municipales.
Estamos en el momento justo para marcar urgencias y señalar prioridades.
Para esa tarea, hace falta que se haga oír con fuerza la voz de la ciudadanía, porque indicar qué es lo más urgente y qué es lo prioritario no es un trabajo técnico sino una misión de la conciencia personal y colectiva.
Entre los temas de máxima prioridad, tenemos en el Uruguay una cruza de mendicidad y vagancia –como se decía antes- con desempleo y situación de calle –como se dice ahora- que es necesario enfrentar derechamente y sin ambages.
Las veredas del centro de Montevideo se usan como albergues, en cuyas colchonetas y cartones miserables malviven y mal duermen a cielo abierto, mujeres y hombres de todas las edades y de todos los consumos de drogas malignas.
De a poco nos acostumbramos: primero nos horrorizaba su condición y nos condolíamos; después los esquivamos; y al final pasamos a no verlos, a tenerlos por inexistentes, a olvidarlos y a resignarnos a su permanencia y a su multiplicación.
Pues bien. Es un deber de todo gobierno y de toda nación que tenga los valores en orden, sacudir las conciencias y abolir los pactos con la miseria ajena.
No se trata de llenar los casilleros de las estadísticas internacionales con guarismos que nos hagan sentir orgullosos. Se trata de aplicar en serio, en concreto, los principios humanistas que imponen la solidaridad por amor al prójimo.
La decisión de hacerlo con la decisión final de terminar con la llamada “situación de calle” no puede depender de cálculos burocráticos ni de argumentos de la economía.
Debe nacer como un retemplar del alma uruguaya.
Nuestra alma de libertad nació con una llama de rebeldía ante la miseria, la vagancia y el abandono. Hoy todos necesitamos revivir esa llama, para dejar de vivir los bochornos de una insensibilidad que nos hace cada vez más inhumanos.
Así los siente y así lo afirma Radio Clarín.