La Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios notificó formalmente al Poder Ejecutivo y a la Cámara de Diputados que a partir de julio ya no tendrá dinero con el cual hacer frente a sus obligaciones.

La comunicación, por más que sea formal, no dice nada nuevo. Todos los profesionales y todo el país saben desde hace años que la Caja jubilatoria de los universitarios estaba tecleando. Y toda la ciudadanía conoce que desde hace un año estaba previsto que los fondos alcanzaran sólo hasta cubrir junio.

El Poder Ejecutivo remitió al Parlamento un proyecto de ley por el cual se rescataría financieramente a la Caja Profesional, con un 30 % de aportes del Estado, un 30 % de aporte de los activos y un 40 % proveniente de un impuesto a las jubilaciones y las pensiones. Ese impuesto a las pasividades es vehementemente resistido por las gremiales, con razones económicas a las cuales se agrega el aporte doctrinario del doctor Oscar López Goldaracena, quien, con nítidos fundamentos, sostiene que ese impuesto violaría la Constitución de la República.

Con esas críticas y con la Presidencia de la República sin mayoría en la Cámara de Representantes, el proyecto del Poder Ejecutivo está empantanado en Comisión, mientras las gremiales y la oposición pergeñan una iniciativa diferente, que pueda lograr el consenso gubernativo.

Todo esto sería normal –de mero trámite- si no ocurriese a sólo cinco semanas de que la Caja Profesional caiga en cesación de pagos: lo cual –digámoslo con todas las letras- es una vergüenza, impropia de un país con cultura, conciencia institucional y proyección de futuro.

La costumbre de resolver a último momento es un vicio que antes se llamaba haraganería mental y ahora ha dado en llamarse procrastinación. Pero la cuestión no es el nombre, sino los daños que provoca la costumbre de apurarse improvisando en vez de resolver oteando el horizonte.

Como falla personal, todos tratamos de combatirla todos los días. Pero como costumbre nacional, todos debemos unirnos para revertirla ya mismo, de modo que la ley que haya de salvar a la Caja Profesional sea la última ley que se apruebe bajo las urgencias de una cesación de pagos que se encara a último minuto, cuando la vieron venir los gobiernos que se sucedieron en los últimos quince años.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.