En el Penal de Santiago Vázquez –ex Comcar y ex Compèn-, cuatro reclusos murieron carbonizados en su celda, por un incendio que sobrevino en medio de una batalla campal donde se usó como arma un colchón prendido fuego.
El incidente ocurrió sobre las 13:00 horas en el sector A2 del módulo 11 del centro penitenciario. Allí se dio un conflicto entre los reclusos de dos celdas contiguas, que desde hacía días venían peleando sin que nadie midiera las consecuencias ni previera los probables desenlaces.
Cuatro reclusos de una de las celdas decidieron resguardarse, momento en el que los agresores arrojaron un trozo de colchón en llamas, que se convirtió en mecha incendiaria.
Hace sólo nueve meses, en el mismo establecimiento, hubo un incendio que terminó con la vida de seis personas privadas de libertad.
Ayer el cuadro se repitió, a la luz del día, con unos pocos policías impotentes para apaciguar la reyerta y para intentar sofocar el incendio. Al rato, fuera de la cárcel empezaron a juntarse padres, madres, parejas e hijos de los 692 presos del módulo 11, que clamaban por saber si su ser querido estaba vivo o muerto. Al caer la tarde se conocieron los nombres de las cuatro víctimas, mientras la televisión cumplía los ritos que ya son habituales: primero requerir la información de las autoridades carcelarias, después recoger declaraciones del Ministro del Interior, enseguida escuchar al Comisionado Parlamentario repitiendo los horrores que todos sabemos…
Dolorosamente, el Uruguay ha armado una rutina en la que digiere las tragedias carcelarias, sin inmutarse, como si fueran hechos naturales e inevitables. Lo cual suma al horror de las muertes por incendio y carbonización, el horror de la indiferencia moral y la resignación callada, que es todo lo contrario de la sensibilidad que construyó el modo uruguayo de vivir.
No hace falta sumar más desgracias para darnos cuenta que los problemas carcelarios requieren no sólo rejas y armas sino educación en una filosofía de vida que está faltando no sólo en las cárceles sino en el Uruguay todo.
Por eso, no debemos sumirnos en la resignación ni debemos limitarnos a la indignación.
Pongamos corazón y cabeza para enfrentar desde nuestro rincón rioplatense la maroma mundial de descalabro. Y por encima de todo, apostemos a la cultura.
Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.